sábado, 25 de diciembre de 2010

Chamuyo #1

Como expliqué en una entrada anterior, la milonga es un gran quilombo.

Gran parte de lo que sucede allí tiene que ver con la seducción, el levante, o más simplemente el chamuyo.

Todas las noches, hombres y mujeres aprovechan la promiscuidad de la milonga y del tango para intentar romper el círculo vicioso de la soledad.

El chamuyo absolutamente típico es el que se da entre un bailarín o milonguero con algo de notoriedad, y una joven principiante.

El bailarín o milonguero aprovecha, por supuesto, su notoriedad, para seducir a la joven que desea una sola cosa: que la saquen buenos bailarines (como sucede a todos los principiantes, hombres o mujeres).

Invariablemente, la situación es la siguiente: el bailarín o milonguero con algo de notoriedad ve a una chica joven y linda (casi todas las mujeres que van a la milonga se producen de manera exagerada, con escotes infartantes, pintura, tacos de 10 cm... por ende, casi todas parecen jóvenes y lindas... la milonga es el reino de la apariencia y del maquillaje). Joven, linda y principiante. La presa ideal.

La saca a bailar. La chica, que baila desde hace seis meses con tipos que, como ella, tienen dos pies izquierdos, no lo puede creer y acepta enseguida, porque no se puede rechazar la invitación de un bailarín o milonguero con algo de notoriedad.

Se ponen a bailar. Es evidente que a la chica le faltan años de práctica. Pero después del primer tango de la tanda, él le dice: "Qué lindo que bailás. ¿Hace cuánto tiempo que estás milongueando?"

La chica se sonroja y dice: "Seis meses".

Él pone cara de sorprendido: "¿Seis meses? ¿En serio? ¿Nada más? ¿Y ya bailás así? Increíble".

Después del segundo tango, pregunta nombre, edad, profesión, mensuraciones... (no, mensuraciones no...)

Después del tercero, le repite que la verdad, baila hermoso, se siente una energía muy linda, bla bla bla bla.

La chica, por supuesto, se lo cree. Es lo que ha deseado en los últimos seis meses. Un bailarín o milonguero con algo de notoriedad le está diciendo que baila bien. Toca el cielo con las manos.

Termina la tanda, y ahí hay dos posibilidades: o él le pide el teléfono "para juntarse a milonguear". O se despide y le dice que "ojalá volvamos a bailar juntos".

Claro que a la noche siguiente, la chica está ahí, firme, con la esperanza de que la saque de nuevo.

Y claro, él la saca de nuevo. Lo mismo: qué lindo que bailás, no se puede creer, bla bla bla. Es más, la saca varias veces. La chica piensa: "Si me sacó más de una vez, es que de verdad piensa que bailo bien, sino no me habría dado más bola".

Bueno, el tema es que siempre termina con que en algún momento, el tipo le propone algo más que bailar tango. Ahí, de nuevo, dos posibilidades: la chica acepta, y bueno, todo bien, que sea lo que ellos quieran, que disfruten de la vida y de la posibilidad de romper el círculo vicioso de la soledad (o que simplemente la pasen bien, sin tanto dramatismo).

Otra opción: la chica se da cuenta de que a lo mejor, el tipo la estaba chamuyando. A lo mejor, ella no bailaba tan bien. Para averiguarlo, y porque el tipo no le interesa como hombre, rechaza su invitación.

Resultado invariable: el bailarín o milonguero con algo de notoriedad no la sacará a bailar nunca más en su vida.

¿No era que bailaba relindo, que tenía una linda energía y todo lo demás?

Olvidate, nena, tenés seis meses de tango, ¿qué pretendías?
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lunes, 13 de diciembre de 2010

El humor y el tango #2

Hablando de humor en el tango, no puedo dejar de mencionar a los hermanos Macana.

Se trata de dos hermanos, Enrique y Guillermo de Fazio, que bailan entre ellos, tal como se suele decir que empezó el tango en los suburbios de Buenos Aires: como estaba mal visto que las mujeres bailaran esa danza depravada, las únicas que la bailaban eran las prostitutas. Y los hombres solían practicar pasos entre ellos mientras esperaba su turno en los burdeles.

Los hermanos Macana cuentan que aprendieron a bailar tango de niños y que ensayaban los pasos aprendidos entre ellos, alentados por su madre, profesora de piano, que les recomendaba hacerlo para no olvidarse de los pasos.

Ya de grandes, decidieron llevar esa costumbre al escenario.

"La prueba de fuego fue en Buenos Aires, donde para bailar el tango y hacer un 'show' entre dos hombres, a los cinco segundos te podían haber tirado un zapato, pero increíblemente tuvimos un apoyo total desde los grandes milongueros a la nueva generación de bailarines", recordó Enrique, el mayor de los hermanos, en una entrevista con la agencia española EFE.
 
Cada vez que los veo bailar, recuerdo a qué punto el tango también puede ser alegre y cómico.

En este primer vídeo los vemos bailando la milonga "Reliquias Porteñas".




Y en este otro, un vídeo que filmaron este año en Time Square, en Nueva York, bailando "Canaro en París".

jueves, 25 de noviembre de 2010

Frases de la milonga #2

El otro día fui con mi hermana a una milonga. Mi hermana no baila tango. Me acompañó porque es buena y necesitaba que alguien me llevara en auto porque quedaba lejos. Así que se la bancó, me acompañó, se quedó sentadita toda la noche mirando a las parejas bailar y no dijo ni mú.

Ella estaba convencida de que la sacarían siempre, y temía tener que pasarse la velada explicando "no, disculpas, no bailo tango".

Pero extrañamente, nadie la sacó.

Al principio se preguntaba qué pasaba, si tenía mocos en la cara o qué, y finalmente entendió: se pasó la noche con sus botas puestas. No se cambió los zapatos. No se puso zapatos de tango. Ergo: no bailaba y era inútil sacarla.

Tanto quejarse, tanto quejarse, pero al final ¡se quedó super frustrada de que no la sacara nadie!

Y sí: muchas veces, tanto hombres como mujeres no fijamos primero en el calzado. Me incluyo. Cuántas veces he explicado: 
"Me vino a sacar pero como estaba en zapatillas le dije que no".
Principiantes, ya saben: incrementarán su posibilidad de ser aceptado/sacada si tienen puesto el calzado adecuado.
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jueves, 11 de noviembre de 2010

Volviendo a los orígenes...

En las últimas dos décadas, el tango ha conocido un verdadero revival. No es que estuviera muerto, no, el tango nunca ha muerto realmente. Pero hay que reconocer que desde la década de los sesenta, la edad promedio de las milongas porteñas no bajaba de unos cuantos añitos, y pocos jóvenes se dedicaban a ir a bailar toda la noche al ritmo del 2x4.

En mi modesta opinión, el regreso del tango como moda vino de Europa (para variar: los argentinos tienen grandes dificultades en aceptar lo propio si no fue primero labelizado por el Viejo Mundo). Y el surgimiento del tango nuevo como versión remasterizada del tango, más acorde al gusto joven, con música electrónica y más libertad de movimiento, vino coronar el incipiente movimiento.

Según algunos, el tango nuevo ha hecho verdaderos estragos: al liberalizar los estrictos códigos de la milonga, de la pista y del baile en particular, se ha caído en el "todo vale" y por lo tanto, en el "cualquier cosa".

Bailarines de tango nuevo de muy alta reputación como Mariano "Chicho" Frúmboli han dejado una cabellera de otros bailarines mucho menos talentosos que se dedicaron a imitarlo y a destrozar en musicalidad, abrazo y calidad del movimiento lo que otros habían tardado décadas en construir.

Pues bien, luego de unos veinte años de furia del tango nuevo, he notado en los últimos dos o tres años, en las milongas porteñas más modernas, un subrepticio movimiento de regreso a los orígenes: aún en lugares como Villa Malcolm los viernes (Tangocool) o Práctica X, he visto parejas que antiguamente bailaban con abrazo abierto y "a lo loco" volver poco a poco a un abrazo más cerrado y a un baile más íntimo y más al piso.

Ese movimiento me fue confirmado por una nota que hizo mucho ruido en el mundo del tango, de Chicho Frúmboli, justamente, entrevistado por Milena Plebs en la revista El Tangauta de diciembre de 2009, y en la que hizo un sorprendente e inesperado mea culpa:

M: Pero a veces quienes están empezando se pierden en la multiplicidad de opciones.
CH: ¡Están totalmente perdidos! Yo me formé con los últimos grandes milongueros, tomé directamente de ellos la información. Quienes empiezan a bailar no tienen esa experiencia, sino que aprenden de una generación intermedia de la que formo parte, somos un nexo entre esos viejos bailarines y los más jóvenes. El problema es que algo se nos pasó en la enseñanza, me hago cargo absolutamente, y también tendrían que tomar esa responsabilidad otros colegas. No pude transmitir lo que aprendí. Estaba enloquecido por la creación, porque vi una nueva veta de evolución en el movimiento. Me volqué absolutamente a eso, y perdí el hilo para poder trasmitir lo tanguero que tengo muy adentro. Por eso siento que actualmente hay mucha gente que no entiende o no sabe cuál es realmente la esencia de esta danza.
M: Hace quince años que estás bailando. ¿Qué cambios has observado en el devenir del baile?
CH: Antes se trabajaba con precisión y una estética particular, de una manera funcional y mecánica, que daba una forma, un estilo. Hacer un movimiento o un paso implicaba una expresión de todo el cuerpo. En la actualidad no sólo se perdió la esencia sino también el peso que tiene esta danza, su densidad e importancia. Para mí este nuevo tango le perdió un poco el respeto a lo que era el tango en sí. 
 No les voy a copiar la nota entera, pero recomiendo su lectura aquí.

Una ilustración clara de esa evolución, o involución, o reevolución hacia la esencia del tango la personifican de manera clara la pareja compuesta por Sebastián Arce y Mariana Montes. Luego de una formación con bailarines de la vieja guardia desde muy joven (¡empezó el tango a los 8 años!), Sebastián Arce se volcó al tango nuevo cuerpo y alma, desesperando a muchos de sus maestros. Aquí podemos verlo con Mariana Montes, una bailarina que originalmente se dedicaba al folclore, en el 2006 en La Viruta, bailando sobre Tanghetto. Él, con vaqueros anchos, zapatillas, remera de Metallica, pelo largo, totalmente desaliñado, y con cara de ir leyendo una partitura en el suelo. Noten la manera de acercarse a la bailarina, despreocupado, arrastrando las piernas, super recontra cool, loco:



 Ahora, vean este video también filmado en La Viruta, pero en 2009. Fíjense el cambio radical tanto en el atuendo de los dos (pelo más prolijo, traje, zapatos) como en la elección de la música y, sobre todo, el abrazo y el estilo. Allí pude ver por primera vez (porque tuve la suerte de estar en ambas exhibiciones) la calidad de su danza, la elegancia de su caminar:




Veo con mucho placer esa nueva evolución del tango, en que los bailarines de tango nuevo aportan su creatividad al servicio de la tradición y el buen gusto. Y como expliqué en otra entrada, si el tango nuevo pudo volver a acercar al tango a jóvenes que veían al tango como una cosa de viejas momias inertes, pues sólo puedo alegrarme por ello.

lunes, 8 de noviembre de 2010

A los codazos

Antiguamente, en las milongas, a quienes no respetaban los códigos de la milonga, se adelantaban, golpeaban a otras parejas o tenían un comportamiento inadecuado, directamente se los sacaba a codazos de la pista.

Así, sin más: los hombres que rodeaban a los indeseables los iban arrinconando y empujando a codazos, mientras bailaban como si nada.

Pues no se crean que esa época terminó.

Principiantes, jóvenes, bailarines con cara de extranjeros, hay algo que tienen que saber.

En muchas milongas tradicionales, hay que pagar derecho de piso. ¿Qué significa eso? Que si no muestran humildad al llegar, si no respetan el cabeceo, si sacan a mujeres acompañadas, si no respetan a rajatablas los códigos de la pista, corren el riesgo de recibir codazos y terminar fuera de ella.

No lo digo porque me lo contaron. Yo lo he vivido.

Había ido a conocer La Milonguita. Se trata de una milonga relativamente nueva (arrancó en 2003), pero cuya ambientación es de una milonga tradicional. Un lugar muy lindo, pista amplia, buena música. Me gustó enseguida. Su organizadora, Graciela López (de quien he citado un texto en este blog), ha sabido crear una milonga muy agradable y llena de vida en un barrio (Colegiales) en el que no existen muchos otros lugares (si exceptuamos todos los del Palermo lindante).

Problema: la persona que me acompañaba tenía cara de extranjero, y éramos los dos jóvenes (¡o relativamente, en mi caso!) y desconocidos. Apenas entramos, tuve la sensación que "nos miraban".  Lo puse en la cuenta de mi paranoia y nos dedicamos a sentarnos atrás de todo, tomar un café y mirar la pista.

Al cabo de media hora, nos atrevimos a bailar. Hay que reconocer que el hombre que estaba conmigo nunca se destacó por respetar los códigos de la pista. Pero también, que esa noche hizo esfuerzos, tratando de ser lo más discreto posible, de seguir el ritmo de la pista, bailar al piso, sin grandes gestos, sin adelantarse, sin tocar a nadie. 

Pues bien, uno de los hombres que me parecía que nos había "mirado" al entrar empezó a intentarnos correr de la pista a codazos. Un golpecito por aquí, otro golpecito por allá... Rápidamente me di cuenta de que ya no era paranoia mía: realmente nos estaban echando.

Doy fe también de que en otras milongas tradicionales como Club Gricel, hay que pagar un derecho de piso muy alto para ser aceptado en la pista.

Alguna gente se alegra de que existan lugares en los que todavía se conservan las tradiciones como en un joyero de terciopelo, como recuerdo de una cultura y unos modales que ya sólo existen en pocos espacios reservados. Otros se espantan ante tanta intolerancia.

Creo que en eso, los extranjeros que nos visitan también están divididos: a algunos les encanta entrar en esos lugares que son como museos en carne viva y ver con sus propios ojos cómo eran las milongas "de antes". Otros consideran que esas actitudes son las que alejaron a los jóvenes del tango, y se vuelcan al tango nuevo.

Yo creo que como en todo se puede hallar un término medio, y francamente, no creo que esos lugares dañan a nadie. Simplemente, es imprescindible estar advertido y saber que esas cosas pueden ocurrir y aprender a respetar las reglas y a valorar la experiencia de los más experimentados, para no salir escandalizado y no decidir no volver a pisar nunca más una milonga.

Foto: La Milonguita

La Milonguita
Jorge Newberry 2818 - Colegiales
Tel: 4771 8827
Viernes de 22h30 a 3h
Domingos de 20h a 2h
Organiza Graciela H. López
Cómo llegar: colectivos 39(ramal 2)-168(cartel amarillo)-41-42-60-63-67-98-152-161-194. Subte D, estación Olleros. Tren Ferrocarril Mitre, estación Colegiales

jueves, 4 de noviembre de 2010

El humor y el tango #1

 Empiezo una nueva rúbrica para mostrar que el tango no es solamente drama, llantos, congoja, frustración, queja y dolor (uf...). También puede ser alegre y sobre todo, humorístico. Me encantan las parejas que ponen humor en su baile, sea en la pista o en el escenario. Me encanta divertirme cuando bailo. Claro, esto depende mucho del ritmo en que se baila. Difícil morirse de la risa bailando un Di Sarli o un Caló. Pero sí sobre una milonga endiablada, sí con un D'Arienzo.

A veces, el humor incluso puede hacer olvidar una técnica deficiente. Pienso en particular en la pareja colombiana que ganó el Campeonato Mundial de Tango 2006, Carlos Paredes y Diana Giraldo Rivera. Técnicamente, les faltaba mucho. Los vi bailar fuera de lo que habían armado para el concurso y no tenían nada. Pero su coreografía sobre "Pájaro Azul" fue tan alegre, divertida y original, con elementos del tan olvidado canyengue, que se ganaron la preferencia de los jueces.

Claro que siempre es más fácil agregar humor cuando se trata de una coreografía, pero doy fe de que se puede improvisar también de manera alegre y divertida, como les iré mostrando a medida que alimente esta rúbrica.

domingo, 31 de octubre de 2010

Extrañitis aguda

Ya van varios meses que estoy afuera.

Y extraño. Extraño la milonga. Extraño La Viruta. Extraño llegar y dar un pantallazo general a la pista y a las mesas para ver quién está y quién no.

Extraño llegar un domingo entusiasmadísima con bailarme la vida y que el salón esté vacío, extraño esa sensación de desilusión, de decepción, que poco a poco da paso a la alegría de ver que el único problema era que había llegado demasiado temprano, también, ¿a quién se le ocurre llegar a la Viru un domingo antes de las 2 de la mañana? pregunto yo, alegría de ver que la pista se va llenando de manera imperceptible, hasta que uno se termina quejando de que esté tan repleta que no se puede bailar.

Extraño llegar un sábado a la noche a las 3 y media de la mañana, cuando las puertas se abren y la entrada es gratis, y constatar que la pista es un caos de gente y no se puede meter un alfiler. Me encanta escuchar quejarse a la gente: "En la Viru no podés bailar, ¿no ves? Eso es un boliche, no una milonga", esa misma gente que estuvo esperando media hora en el frío a que abrieran las puertas para poder terminar la noche en la Viru después de milonguear en La Baldosa o Sunderland.

Extraño decir que no cuando me invitan y que mis amigos vayan contando la cantidad de sartenazos que propiné durante la noche.
Extraño decir que sí y perderme en un abrazo perfecto.

Extraño que me saque ese bailarín, y extraño la frustración de que no me haya sacado nadie en toda la noche. Y extraño que mis amigos me digan que es el destino que se venga, por haber dicho yo que no a otros.

Extraño las miradas asesinas de Juan, "EL" mozo de la Viru, cuando uno le repite por tercera vez: "Juancito, ¿te acordás de mi cortado?", tratando de no enojarlo.

Extraño el ritual de la llegada de las medialunas gordas, mantecosas, mullidas, a las 4 de la mañana, los viernes y los sábados, para ayudarnos a aguantar hasta las 6. Extraño que mis amigos me coloquen el plato sobre la taza del café con leche que llega cuando estoy bailando, para que no se enfríe, y luego estar esperando media hora a que se enfríe porque no me gusta el café demasiado caliente.

Extraño las luces azules para el penúltimo tema, extraño pensar: "¿Ya termina? Si apenas son las 5 y 55...". Extraño los gritos de los habitués cuando se apagan las luces por completo, antes de que empiece La Cumparsita, el último tema, cuando la pista está colmada de parejas que quieren bailar hasta el último suspiro de la música: "Dale, ¡aprovechá!", "¡Ese es tu momento!", "Vamos, chicos, ¡ahora o nunca!"

Extraño no darme cuenta de que las luces blancas se prendieron todas de golpe, encegueciendo a la gente luego de la oscuridad total, porque bailo con los ojos cerrados y estoy tan metida en el abrazo que me olvido de lo que ocurre a mi alrededor.

Y extraño abrir los ojos y constatar que pasé de un mundo de tinieblas a otro de luminosidad en la que los vampiros que somos no sabemos bien qué hacer.

Extraño el momento en que el tango se transforma en cumbia, en salsa, o lo que sea, para un alegre baile de despedida, mientras hombres y mujeres van cambiando sus zapatos, poniendo sus abrigos, yendo a saludar a ése al que no vimos en toda la noche o anotando discretamente un número de teléfono, debajo de la cruda luz blanca en la que descubrimos el verdadero rostro de la gente luego de una noche de maquillaje y protectora penumbra.

Extraño cuando el maestro del lugar, Horacio PBT Godoy, al apagar la computadora, hace invariablemente el mismo chiste: "¡Y van los últimos acordes milongueros!", antes del sonido de Windows que se cierra.

Extraño cuando los mozos van sacando los manteles de las mesas con un golpe violento y seco, haciendo volar botellas de plástico vacías, servilletas de papel usadas y lo que se encuentre sobre la mesa en ese momento, mientras la gente alarga infinitamente el momento de la salida.

Extraño ir luego a Tomato o a la Shell a tomar un último café, comer una última medialuna, todos en banda, para una especie de after hour a las 7 de la mañana, y extraño cuando, ya en verano, el sol está tan alto en el cielo que hay que ponerse anteojos protectores.

Extraño al tango, sí, claro, extraño bailar, extraño el abrazo, pero cuando lo pienso, lo que más extraño, son esos rituales que se repiten todas las semanas, con mayor o menor intensidad, y nos hacen sentir que el mundo es seguro y acogedor. Extraño a la gente que me rodea, que siempre está, que le da sabor y color a la vida de la milonga. 

En fin: extraño a mis amigos.

martes, 26 de octubre de 2010

Noelia Hurtado y Pablo Rodríguez

Tienen 22 y 26 años. Hace cuatro años, en el 2006, ganaron el Campeonato Metropolitano de Tango de Buenos Aires en la categoría Tango Salón.

Pablo Rodríguez empezó a bailar a los 19 años. Noelia Hurtado, a los 12. Ambos se conocieron en Sunderland, siendo sus maestros Carlos Pérez y Rosa Forte, como fue el caso de muchos de los que ganaron los diversos campeonatos de tango en los últimos años (ya hablaré de él en otra entrada).

Para mí, representan un poco una transición entre el tango tradicional y el tango nuevo. Crearon su propio estilo, muy reconocible, con una cadencia muy especial.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Pasantía de mujer

El otro día un amigo heterosexual fue a La Marsháll. Se trata de una milonga "gay friendly", uno de esos lugares en los que hay que dejar a la homofobia en la entrada.

Mi amigo fue por una sola razón: tenía ganas de bailar "de mujer" (haciendo el papel de seguidor, y no de líder) con hombres que supieran guiar y no tuvieran problemas en bailar con otro hombre.

Allí descubrió con asombro lo que una mujer puede llegar a sufrir en la milonga, y en la vida en general.

Él se imaginó que tendría que rechazar constantemente ofertas de hombres en celo (siendo él además un chico bastante atractivo). Pero nadie insinuó absolutamente nada. Después de bailar con él, sus parejas de baile lo dejaban en paz y volvían a su mesa. Dedujo que los hombres homosexuales son mucho más respetuosos que los hombres heterosexuales. Porque en la milonga, ¿a cuántos pesados las mujeres debemos soportar que, porque bailamos una tanda con ellos, creen que los vamos a seguir a un telo y nos acosan insistentemente?

Lo otro que descubrió, es que ser guiado por alguien brusco, o que baila mal, como puede ser un principiante, puede ser, amén de doloroso, peligroso: "Cuando yo bailo con una principiante, la llevo yo, así que me limito a hacerle pasos básicos hasta terminar la tanda. Pero al ser llevado yo por principiantes, no tenía ningún poder de decisión, y si el tipo quería ponerse a hacer pasos complicados y enroscados a pesar de sus propias limitaciones y de no tener la técnica suficiente para ello, yo no tenía otra opción que seguirlo, a expensas de mi espalda, mis pies, mi cuerpo entero".

Sus descubrimientos lo hicieron reflexionar mucho sobre lo que padecemos las mujeres, y a mí me hicieron pensar que todos los hombres deberían hacer una pasantía en La Marsháll alguna vez. Para saber cómo se siente, vio...

Foto Dan Chung - The Guardian

martes, 17 de agosto de 2010

Cuerpos anónimos

Muchas veces, el tiempo que existe entre un tango y otro sirve para la conversación, conocer a la pareja o el chamuyo directo.

¿Cómo te llamás? ¿De dónde sos? ¿Venís a menudo por acá? Nunca te había visto antes. Qué lindo que bailás. ¿Dónde aprendiste? Yo soy profesor, ahora te doy mi tarjeta. ¿Hace sólo un año que bailás? Nena, tenés un gran futuro en el tango, si tomás clases conmigo. ¿No querés hacer una gira conmigo? ¿Qué te parece si luego vamos a desayunar juntos?

Etc. etc. etc.

La otra noche, sin embargo, me tocó bailar con alguien con quién no intercambié ni una palabra. Me sacó cabeceando. Ni bien me coloqué en la pista, me abrazó y empezamos a bailar, sin decir nada. Entre tango y tango, apenas nos mirábamos. Bailar con él no era ni fu ni fa. Ne le pregunté su nombre, no me preguntó el mío. Terminaba un tango, rompíamos el abrazo, y apenas tres segundos después, nos volvíamos a abrazar, de manera casi automática.

Durante 10 minutos, mi cuerpo estuvo completamente pegado al de otro, nuestras piernas se entrelazaban como en una metáfora sexual (¿qué otra cosa es el tango sino una metáfora sexual?); sentí su respiración, sus olores corporales, su perfume; su sudor se mezcló con el mío, pero no conozco ni su nombre, ni su nacionalidad, ni siquiera el sonido de su voz, porque el "gracias" final fue más otro cabeceo, como respondiendo al primero, que otra cosa.

Y pensé que el tango tiene esos momentos insólitos, en que nos abandonamos completamente contra al cuerpo de otra persona, anónima y desconocida, y que lo seguirá siendo después de compartir esos 10 minutos de total y absoluta intimidad.

Es probable que nunca lo vuelva a ver.  Es más, ya me olvidé de su rostro. No importa. El tango permitió, por unos instantes, conectarme con otra persona, aun sin palabras. Esto es lo que vale.
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viernes, 6 de agosto de 2010

No se baila con los brazos

Para los que no saben nada de tango, o para los que creen saber y en realidad no saben gran cosa: varones y líderes, no se guía con las manos o los brazos, sino con el torso. Hagan lo que hagan, una bailarina o la persona seguidora seguirá su torso. No lo que puedan hacer con sus manos.

¿Cómo se hace para guiar con el torso? Bueno, para eso están las clases...

Un claro ejemplo de lo que digo se ve en el video siguiente. Es bailado por Maximiliano Cristiani y Belén Bartolomé. Ese día, Maximiliano tenía una triple fractura de codo, no me acuerdo en qué huesos exactamente, pero el tema es que tenía el brazo inmovilizado. Pues no se inmutó y se presentó igual en la Milonga del Morán, con una dexteridad que, podrán apreciar, no fue para nada afectada por su discapacidad momentánea.

Un ejemplo de constancia, fuerza de voluntad y habilidad. Después de eso, ¡nadie podrá decir que no se puede bailar sin los brazos!

domingo, 1 de agosto de 2010

Crónicas Parisinas #7

Finalmente, tras varios intentos infructuosos por problemas de horario, hace dos semanas fui a Le Chantier.

Me habían hablado mucho de esa milonga de las afueras de París (Montreuil) que abre los sábados, la única que cierra a las 7 de la mañana (la mayoría cierra a las 2, máximo a las 3 de la mañana).

Nunca antes había podido ir porque queda un poquito lejos, y el metro (subte) deja de funcionar a las 2 de la mañana. Regresar más tarde era entonces una complicación, había que tomar un taxi, y tomar un taxi en París es un lujo que no me puedo dar.

Además, me habían contado que Le Chantier se pone bueno precisamente después de las 2 de la mañana, cuando la gente sale de El Colectivo. Por lo tanto, irme antes de esa hora no era una muy buena idea.

El tema es que este año instalaron estaciones de Velib, este sistema de alquiler de bicicletas, a unos 400 metros de la práctica. Con lo cual, ya no está el temor de perderse el último subte, y uno se puede quedar hasta la hora que mejor le parezca, sin estar obligado tampoco a quedarse hasta el primer subte a las 6 de la mañana. Claro que tiene que haber bicis disponible a la hora en que nos queremos ir...

Así que el sábado pasado, me subí a una bici de alquiler y llegué al lugar a la una de la mañana. Efectivamente, no había mucha gente. En un primer momento, como siempre, me puse a mirar la pista. Rápidamente, me sacaron varios hombres. Decidí aceptar las dos primeras invitaciones. Me aburrí soberanamente.

No estaba Sylvain, el chico que había conocido en Milonga Florida. A las 2 y media de la mañana, empezó a caer más gente. Me puse entonces a mirar la pista con más detenimiento, rechazando esta vez las invitaciones para poder concentrarme en mi observación (sí, sí, siempre con una gran sonrisa, ahora agregué "es muy amable" o mi "no, muchas gracias"). Y ahí, en el medio de la muchedumbre, encontré a un chico que parecía tener un lindo abrazo, buena musicalidad, pisada elegante.

Esperé a que terminara de bailar. Cuando se sentó me ubiqué estratégicamente al lado suyo y esperé unos tangos a que descansara, porque estaba visiblemente exhausto. Recé por que nadie lo sacara (en París las mujeres sacan muchísimo más que en Argentina), y rechacé todas las otras invitaciones. Claro que los hombres rechazados me miraban con cara de culo, pero ¿qué le vamos a hacer? Querer bailar con alguien en particular es una de las múltiples y válidas razones por las cuales las mujeres podemos decir que no. Y las mujeres tenemos tanto derecho como los hombres a seleccionar, descartar, elegir. Si no se bancan un "no", que estos hombres se limiten a cabecear (lo lamento, pero me pone furiosa que algunos hombres no acepten un "no" de una mujer, dice mucho de esas personas).

Finalmente, cuando empieza una nueva tanda, invito a bailar a ese chico. Vacila, me dice: "A ver, no sé si esa tanda me gusta". Lo cual me impresionó mucho, porque los franceses en general no tienen ese tipo de contemplaciones: bailan cualquier tanda sin preferencias ni discriminación.

Finalmente, François aceptó mi invitación y empezamos a bailar. Después de mi excelente experiencia con Sylvain, tuve mi segunda revelación parisina. Un baile tranquilo, con conexión, musical. Nada estrambótico, simplemente el placer del baile. Bailamos tres tandas, incluida una de milonga, las tres con la misma satisfacción

Quería quedarme hasta las 4h30 de la mañana, hora en la que los organizadores de esta milonga, que existe desde hace más de diez años, ofrecen gratuitamente un desayuno (se coloca comida y café en una gran mesa y todos están invitados a servirse libremente), pero por cuestiones laborales, nuevamente, me fue imposible quedarme tan tarde. Una pena. Me habría gustado conocer el ambiente hasta el final, a las 7 de la mañana. Otro sábado, tal vez.

La verdad, me gustó el ambiente de Le Chantier. Se nota que sus organizadores lo hacen por gusto, seleccionan a sus DJs, pasan buena música, y se llena todos los sábados a pesar de quedar en las afueras de París. Una de las musicalizadoras tiene la excelente idea de colocar cartelitos anunciando la tanda siguiente con el nombre de la orquesta. Otro cartel reza: "La DJ también baila"...

Eso sí: a Le Chantier van todas las estrellitas del tango parisino, parece que es EL lugar en el que mostrarse, hacer publicidad, entregar tarjetas, y ver quién baila más alocadamente. Fue un milagro encontrar parejas que privilegiaran el tango tradicional, porque el lugar es el antro del tango nuevo. Allí bailó Chicho varias veces, y parece que todos y todas quieren hacer como él... sin tener un ápice de su talento.

51, rue Edouard Vaillant - Montreuil
Los sábados de 21h30 a 7h
Tel: 06 23 89 10 47
Cómo llegar: Metro Croix de Chavaux (línea 9), Noctambus N16 et N34
Contacto: chantier51@hotmail.fr

sábado, 24 de julio de 2010

Les Quais de Seine, "oficialmente" cerrados

Resulta que a veces, parecería que estoy en Buenos Aires, a pesar de encontrarme en París.

El otro día me contaron que la práctica de los Quais de Seine, que se organiza normalmente todas las noches de verano en un romántico y magnífico lugar del borde del Sena, no había recibido la autorización de la municipalidad de París para abrir este año. Pero que igualmente se organizaban "prácticas salvajes", con un material de sonido improvisado. Y no solamente de tango, claro, porque en ese lugar, que es una sucesión de pequeños anfiteatros que dan sobre el Sena, se organizan también bailes de salsa, de danzas folclóricas, de rock, de vals, además de tango.

¿Las razones para no autorizarla este año? No se sabe muy bien. Quejas de los vecinos con el ruido, guerra entre la municipalidad y la prefectura, ausencia de baños públicos (algo que la municipalidad debería encargarse de colocar) o intenciones ocultas de instalar algo que sea pago, en lugar de actividades totalmente gratuitas al servicio de la comunidad...

Peor aún: hace unos días, parece que la policía llegó y ordenó que las prácticas ilegales cesaran y prohibieron seguir tocando a los músicos. Cosa que, por supuesto, no acataron. Al día siguiente todos los anfiteatros estaban nuevamente repletos, con el peligro, eso sí, de que caiga de nuevo la policía.

Se trata de un lugar de acceso gratis al baile, a la diversión sana, a la cultura de muchos lugares del mundo. Gente aislada, al margen de la sociedad que, de otra manera, se quedaría sola en su casa deprimiéndose, puede salir a escuchar música, bailar, mezclarse con otras personas. Para algunos, se trata del único vínculo social que les queda.

Y la municipalidad, o la prefectura, no sé muy bien, porque ambos son competentes en ese lugar, lo quiere prohibir... Quién los entiende... Después hablan de favorcer los lazos sociales con la cultura popular...

Me recuerda lo que pasa con la Milonga del Indio en la plaza Dorrego de San Telmo.

El tema es que la otra noche di una vuelta por ahí para ver cómo era eso de la milonga salvaje. Me imaginaba un minúsculo equipo de música, dos o tres parejas bailando rapidito para que no los vea la policía, con cara de "yo no fui".

Resulta que esa práctica "off" funciona exactamente de la misma manera que cuando tiene la autorización de hacerlo. El sonido, es cierto, es malo, pero siempre fue así. La música, es cierto, es malísima (por Dios, ¿no era una práctica de tango? ¡Ni un solo tango en toda la noche!), pero siempre fue así. La gente, es cierto, baila muy mal, pero siempre fue así...

Una anécdota curiosa es que el domingo por la tarde, ante la mediocridad absoluta de la música que pasaba uno de los que generalmente organiza la práctica, un grupo hizo una escisión, se instaló en el anfiteatro de al lado que estaba vacío, instaló un mini-equipo de sonido, puso tango de verdad, y la gente empezó a bailar. Rápidamente, ese anfiteatro se llenó más que el otro. Lo cual demuestra que cuando le ponen calidad, la gente sabe apreciarlo.

Es una pena que los organizadores de la práctica de tango sean tan, pero tan, pero tan malos. No saben nada de tango, y se atreven a dar clases y pasar música... que de tango no tiene absolutamente nada. Es tan mala la cosa que me contaron que un día vino Gabito, se quedó cinco minutos, y al rato se fue diciendo: "No, no puedo ver eso".

Lo cual es realmente desastroso, porque el hecho de que se escuche y se baile tango en ese lugar debería, al contrario, llenar a cualquier argentino de un inmenso orgullo. Pero hay que reconocer que ni lo que se escucha ni lo que se baila ahí, por lo general, es tango.

¿Por qué está esa gente y no otros que sepan de tango? No lo sé, calculo que llegaron primeros. Y como el lugar es gratis, durante todo el verano en que funciona la cosa los organizadores reparten tarjetas entre los curiosos, promocionan sus cursos, y llenan así sus clases del resto del año. Me imagino que por nada en el mundo querrían ceder ese espacio.

Una lástima, porque el lugar es increíble, y si se escuchara y se bailara tango de verdad, sería aún más increíble...

Para firmar la petición para que se autoricen esos bailes nocturnos, pueden copiar el texto que encontrarán aquí y enviarlo con sus nombres y direcciones a folk.seine@gmail.com.

martes, 20 de julio de 2010

Placeres milongueros

El otro día un amigo milonguero me dijo, mientras estábamos mirando la pista y criticando ácidamente a unos y otros:

"El 50% del placer de la milonga es poder decir maldades de la gente".

Y es así.

Definitivamente la milonga es cruel.

jueves, 15 de julio de 2010

Tango Queer, milonga gay

Hoy, 15 de julio de 2010, el Senado convirtió a Argentina en el primer país latinoamericano en permitir el casamiento entre personas del mismo sexo. Para festejar esta gran noticia, publico hoy esta entrada que iba a publicar un poco más tarde.



Primer postulado: el ambiente del tango, así como la sociedad argentina, son machistas.

¿Por qué? Bueno, ya lo expliqué en otra entrada. Básicamente, el hecho de que se trate de un varón que decide, guía, ordena, y de una mujer que se deja llevar y no tiene prácticamente ninguna iniciativa (excepto cuando el varón tiene la inmensa bondad de dejarle dos segundos de libertad) se adecua bastante con el concepto de machismo.

Segundo postulado: el tango es cuestión de conexión entre dos personas, de sentimiento, de contacto, de seducción.

Creo que estamos todos de acuerdo.

Tercer postulado: excepto para algunas personas retrógradas e incorregiblemente machistas y homofóbicas, sabemos que la conexión, el sentimiento, el contacto, la seducción, se pueden dar perfectamente entre dos personas del mismo sexo.

Conclusión: como el ambiente del tango es machista, algunas personas que no se identificaban con ese machismo pero sí querían bailar tango sin que los echaran a codazos de la pista (como ocurre en muchas milongas tradicionales, cuando no les piden lisa y llanamiente retirarse) han decidido abrir sus propios lugares de baile, en los que hombres pueden bailar con hombres, mujeres con mujeres, o se pueden intercambiar los roles sin herir la susceptibilidad de nadie.

Claro que esto tiene más que ver con un apartheid que con otra cosa. Lo ideal sería la tolerancia y la aceptación mutuas. Creo que faltan unos cuantos siglos para que esto suceda. Hay que ver las dificultades que hay para que la sociedad acepte el matrimonio de personas del mismo sexo.

En fin, de lo que quería hablar en esta entrada es del tango queer y de las milongas gays. Como resultado de la intolerancia, gays, lesbianas, trans, travestis, etc., buscaron lugares en los que podían, como cualquier otra persona, disfrutar de la conexión, el sentimiento, el contacto y la seducción del tango. Y así surgieron espacios llamados "milongas gays", como es el caso de La Marshàll, abierta en 2002, y que funciona los miércoles y los sábados.

La Marshàll, con acento tónico en la segunda A. Sus organizadores, Augusto Balizano, Roxana Gargano y Edgardo Gargano, se cansaron de que la gente lo pronunciaran con acento tónico en la primera A, cuando ellos pusieron el nombre para honrar a la actriz Niní Marshall, así que agregaron la tilde en la segunda A en el logo oficial.

Detalle anecdótico pero que a mí me parece divertido: el musicalizador de ese peculiar y moderna milonga, Mario Orlando, es también el DJ de la hiper tradicional milonga Sunderland. Y, otro detalle, en el mismo lugar, Maipú 444, pero los sábados, funciona una milonga "a la antigua", Cachirulo, en la que prevalece el cabeceo, y en la que las mujeres solteras están ubicadas en un costado de la pista, y los hombres solteros, enfrente.

Si bien es la milonga gay friendly más conocida de Buenos Aires, La Marshàll no es el único lugar de tango queer (queer: en inglés, "raro", "extraño", "excéntrico"... el término fue utilizado tradicionalmente para nombrar a la comunidad gay, lesbiana, transexual, travesti y transgénero de manera peyorativa, y fue retomado a principios de la década de los noventa en Estados Unidos por la misma comunidad para resignificarlo).

Se puede citar precisamente Tango Queer, creado en 2005 por Mariana Docampo. "En un principio Tango Queer fue una clase de tango seguida de una práctica en el bar Simón en su Laberinto de San Telmo y otra clase y práctica semanal dictada por Mariana en Casa Brandon. En el año 2007 se abrió la Milonga Tango Queer que sigue funcionando actualmente cada martes en Buenos Aires Club", se explica en su sitio.

La milonga, que tiene lugar los martes, "está abierta a todo el mundo", precisan, excluyendo así cualquier tipo de comunitarismo. "Se baila tango eligiendo libremente la pareja y el rol que se desea ocupar al bailar".

Sus organizadores también instituyeron un Festival Internacional de Tango Queer.

Les dejo la última palabra, para explicar mejor que yo el concepto de tango queer:
Podemos decir que si algo tiene representación simbólica, existe. Solo entonces se hace reconocible para una sociedad. El tango es una danza popular, y como tal, funciona como espejo de la sociedad de la cual surge y en la cual se desarrolla. En este caso, la sociedad porteña. Pero el tango también es una danza de fuerte connotación sensual.

Por eso, vale pensar que lo que este “espejo” refleja es la forma en que nuestra sociedad concibe el erotismo entre sus integrantes: en primer lugar, hombre-mujer. Luego, activo-pasiva. Dos roles bien claros, definidos. Este binomio simplifica notablemente la compleja red erótica que existe entre los individuos, y que si bien representa a una mayoría identificable en la sociedad, instituye una forma de sentir “admitida”, condiciona y censura formas de sentir diferentes. Se fija como modelo. Y afuera de este modelo quedan todos aquellos cuyo sentir es distinto.

Así pues, en esta representación social, que podemos definir, considerando su fuerza simbólica, como una “fórmula del sentir erótico”, no están representadas las lesbianas, los gays, los bisexuales, los transgéneros. Ni tampoco las mujeres y hombres heterosexuales que pudieran concebir su erotismo de manera distinta.

El intento por homogeneizar, estetizar y “normalizar” las formas del baile y los ambientes en los que ésta se desarrolla va en contra de la permanente improvisación y movimiento que constituyen la dinámica tanguera, la cual pugna permanentemente por formas que vayan adaptándose a los cambios culturales y sociales de quienes forman parte de ella.

Es éste el contexto que propicia el nacimiento y crecimiento de un espacio como Tango Queer.

La Marshàll
Maipú 444 - Los miércoles a las 22hs
Rivadavia 1392 - Los sábados a las 22hs
Tel: 4300-3487 / 15 5458 3423
Organizan Augusto Balizano y Roxana Gargano
Contacto: milongalamarshall@yahoo.com.ar

Tango Queer
Perú 571, San Telmo
Los martes de 20h30 a 02h00 (clases a cargo de Mariana Docampo y Soledad Nani)
Belgrano 2259 - Los jueves de 19 a 21 hs
Tel: 15 3252 6894
Organiza Mariana Docampo
Cómo llegar:  Colectivos 2, 6, 17, 23, 39, 59, 60, 67, 91, 96, 98, 100, 102, 103, 168. Subte: Linea C - Estación Moreno y Linea A - Estación Belgrano
Contacto: contacto@tangoqueer.com, mariana@tangoqueer.com

domingo, 11 de julio de 2010

Los milagros sí existen

Como lo dije en la entrada anterior, estoy nuevamente en París por unos meses. Resulta que estoy yendo a bailar más que el año pasado. Esta última semana, fui tres veces. Una a Milonga Florida, que ya conocía, el martes a L'Echiquier y anoche a Le Chantier (ya vendrán descripciones al respecto).

Y después de mucho mirar, mucho embolarme y bailar algunas tandas olvidables en momentos de masoquismo puro, pues he dado con dos varones que merecerían ser argentinos: Sylvain y François.

Ambos, con un abrazo hermoso, suave, una marca ligera, apenas insinuada y sin embargo clarísima, dejándome libre de mis movimientos. Ambos, bailando al piso, tranquilos, sin hacerse los helicópteros fantásticos ni abrir el abrazo sin justificación. Ambos, musicales y en estilo. Y ambos, respetando las pausas, los silencios, los murmullos de la música.

Y me recordó lo esencial del tango, que los principiantes (yo también pasé por ahí) y los extranjeros tardan tanto en entender (a veces directamente nunca lo entienden): el tango no es una acumulación frenética de pasos. El tango no es una disciplina acrobática. El tango no es un concurso de virtuosidades.

El tango es abrazo. El tango es música. El tango es conexión.

Nada más, y nada menos. Y en mis solitarias estancias parisinas, no se trata de que el nivel sea bajo en comparación con Buenos Aires. Se trata de que muy, pero muy poca gente entendió esto. Prefiero mil veces bailar con un principiante que asimiló esas cosas y se limita a caminar durante todo el tango, pero sintiendo la música, el abrazo, y la conexión, antes que con un "profesional" que me marca cuatroscientos mil pasos en abrazo abierto y baila de la misma forma un D'Arienzo que un Di Sarli o un Canaro.

De más está decir que tengo los números de teléfono de Sylvain y François para combinar con ellos la próxima vez que salga a milonguear...

martes, 11 de mayo de 2010

Segunda primera experiencia parisina

Como el año pasado, me toca estar nuevamente en París por unos meses. Esta vez, estaba decidida a ser mucho más abierta a los "malos" bailarines, mucho más tolerante y a aceptar con más facilidad las invitaciones (amigos que me leen: ¡¡juro sobre San Pugliese que ésa era mi intención!!).

Tengo la gran suerte de estar alojada a lo que serían dos cuadras y media de una de las milongas de París (o más bien prácticas) que abren tres veces por semana y no cierran en todo el verano, Académie Esprit Tango, de la que ya hablé el año pasado. En ese entonces el piso era horrendo y tenían previsto cambiarlo, cosa que ya está hecha y la verdad, se transformó en un lugar muy agradable para sacarle viruta al piso. Da la casualidad también de que es una de las únicas prácticas en que se baila más tradicional, lo cual me conviene perfectamente.

Con todo eso a mi favor, pensé, esta primera noche iba a ser MI noche.

Como siempre en una milonga que no conozco, me siento a mirar la pista para ver con quién se puede bailar y con quién no. Por supuesto que eso, los franceses mucho no lo entienden. Ni bien me senté en uno de los bancos que bordean la pista, me empezaron a sacar, sin haberme visto bailar ni siquiera una vez.

Yo, muy amablemente (¡lo juro!) respondía que no, gracias, por ahora no.

- el primero se me sentó al lado y me dijo: "Entonces la que viene"
- el segundo me sacó durante la cortina, sin saber qué tanda venía
- el tercero me preguntó: "¿Cómo que no?"
- el cuarto también me sacó durante la cortina
- y así...

Yo, mientras tanto, observaba. Y lloraba internamente. O sea, no nos confundamos: sigue siendo increíblemente emocionante escuchar tango desde la ventana de un edificio parisino y ver que esta danza se volvió universal. Pero digo... realmente, a veces, lo que se baila no puede ser calificado de tango. Ya no hablo de si es tango nuevo o viejo o adolescente. Simplemente no es tango.

Y precisamente había uno que era el peor de los peores. Su abrazo, a veces, era de rock o de cualquier otra cosa rara. Se llevaba por delante a su partenaire como si directamente no estuviera allí, y no lo vi marcar un solo paso de tango.

Había otro que no me disgustaba como bailaba, y otro que francamente me parecía interesante (al piso, lindo abrazo, elegante, parecía divertido). Sólo que en mis 40 minutos de observación, ninguno de ellos abandonaron ni una sola vez la pista entre tanda y tanda ni cambiaron una sola vez de chica, con lo cual me fue imposible sacarlos.

Resulta que el que sí me sacó fue el que directamente no bailaba tango. Le digo, textualmente (sólo que en francés, que es mucho más glamour, por supuesto): "Muchas gracias, muy amable, pero no estoy bailando".

Así, ¿eh? Sin exagerar.

Bueno, pues el tipo se fue ofendidísimo refunfuñando: "Claro, imbécil, claro que me dice que no, qué se cree esta forra" (sólo que en francés, que sigue siendo mucho más glamour). No dije nada, el tipo se fue a sentar y de repente se levanta de vuelta, se me planta adelante y me empieza a insultar (siempre en francés, ya a esta altura no era tan glamour): "¿Sabe qué? [porque en Francia, aún cuando te insultan, te tratan de usted, cuando les digo que aquí todo es re-glamour...], es usted una hipócrita y me tiene podrido, yo ya la conozco bien, conozco su jueguito, yo ya sé que se hace la bailarina, pelotuda, qué se cree, decirme que no así a mí".

A todo eso, preciso que nunca en mi vida había visto a este señor.

Lo ignoré por completo, el tipo se volvió a sentar, y seguí mirando la pista. Al cabo de 50 minutos, el señor del que no me disgustaba el baile por fin estaba solo, así que lo saqué y bailé una tanda (nada uau, pero pasable).

Luego fui a por el que me gustaba, pero se estaba cambiando los zapatos para irse (eran las 22...). Así que, medio por la necesidad de acostarme temprano por un tema laboral, y medio por frustración, hice como él, me cambié los zapatos, recorrí las dos cuadras y media agradeciendo estar tan cerca (y muerta de frío, porque todos saben que la primavera en París es un fraude total), y aquí estoy, relatando mi primera noche milonguera en la Ciudad Luz.

Primera noche cuya conclusión será la misma que la del año pasado: qué larga que se va a hacer mi estancia parisina...

domingo, 18 de abril de 2010

Enganche

El otro día me tocó bailar con un chico bastante más alto que yo, y que vestía una corbata atada con una  elegante y fina pinza sobre su camisa oscura.

El tema es que como bailamos con un abrazo bien cerrado, su pinza se terminó enganchando con mi collar, dado que mi cuello le llegaba apenas a su pecho.

Cuando terminó el tango y nos quisimos separar, nos dimos cuenta de que estábamos enganchados el uno al otro.

Más allá de que no me molestó en lo más mínimo, puesto que me tocó un joven apuesto, divertido, inteligente y elegante, fue un placer escucharle decir:

"Sólo el tango tiene el poder de enganchar así a la gente".

Dedicated to A.

miércoles, 14 de abril de 2010

Soho Tango, la milonga salonera joven

Entre las tantísimas prácticas y milongas que han abierto en los últimos años en Buenos Aires, quiero destacar una que me gusta más particularmente: Soho Tango.

Se organiza desde marzo de 2007 todos los jueves en el Club Villa Malcolm, un club de barrio social y deportivo fundado en 1928 e históricamente ligado al tango: allí tocaron todas las grandes orquestas de la década de oro, así como también Pugliese y muchas más.

Se trata de una milonga joven, dinámica, más orientada al tango salón que al tango nuevo, a diferencia de Tangocool, que se organiza los viernes en el mismo lugar o El Motivo Tango, los lunes, pero a pesar de apuntar sobre todo al tango tradicional, es realmente abierta y dispuesta a mostrar cosas distintas y jóvenes parejas.

"En un principio creo que significaba, por un lado, un salón muy grande y frío que no sabíamos si íbamos a poder llenar y darle la intimidad que queríamos, y por el otro, un lugar asociado a "prácticas" de tango joven. Con el tiempo eso cambió totalmente. Pudimos apropiárnoslo y nos encanta, y descubrimos que tiene mucha historia tanguera y folklórica ya que allí tocaron todas las grandes orquestas", explica Eugenia Martínez, la fundadora de Soho Tango, junto a Mario Bournissen.

Ambos querían "abrir un espacio de tango, donde la gente viniera a encontrarse, a comer, tomar algo, y a bailar", como cuenta Eugenia. En un primer momento, en el año 2006, eligieron un salón en la calle Cabrera, a la vuelta de la Viruta, donde estuvieron un año, hasta que cerraron el fondo de comercio. Mientras estaban buscando un nuevo lugar, el presidente del Club Villa Malcolm los llamó y les propuso ocupar el lugar los jueves.

"En un principio no queríamos ir al Malcolm, porque Cabrera tenía una onda muy cálida, muy íntima, y el cambio iba a ser muy abrupto. Pero los beneficios que nos ofrecía el Malcolm eran mejores que muchos otros lugares (tamaño, precio y ubicación eran inmejorables)", cuenta Eugenia. "Al llegar al Malcolm nuestro desafío era enorme. Sabíamos que los miércoles y viernes de Tangocool funcionaban muy bien, y venir a ofrecer un día justo en el medio, no era nada fácil. Pensamos en intentar reproducir algo de lo que veníamos haciendo en Cabrera, y nos embarcamos en una inversión enorme: compramos equipos de sonido, luces, manteles, velas, portavelas. Mario construyó los faroles de la pista, compramos mesas con faroles para el patio, y otros farolitos para las columnas. En fin, nos endeudamos hasta el cuello. La idea era proponer un espacio diferente al de los demás días del Malcolm, e intentar tentar a nuestro viejo público, para que se anime al club".

Eugenia y Mario siempre estuvieron atentos a lo que la gente pedía: "La idea fue siempre recibir a la gente de una manera especial. Sobre todo cuando empezamos prestábamos mucha atención a la gente que se iba temprano y preguntábamos si algo no les había gustado. Estábamos muy atentos a que todos estén a gusto. Y hablábamos mucho al final de la milonga sobre todo lo que habíamos observado. Esto sigue sucediendo hoy en día, al final del día comentamos lo que pasó, y muchas veces surgen ideas nuevas, o cosas para mejorar o cambiar".

Últimamente, me llamó la atención que bailaran allí dos parejas bastante peculiares, en dos noches distintas: Ariadna Naveira y Greta Hekier por un lado, y luego, Octavio González y Cristhian Sosa.

Sí sí, en ese orden, ¡no me equivoqué!

No se trata de parejas gays, ni de parejas de tango a secas: son jovencísimos bailarines que, cada uno por su lado, tienen su pareja de baile (del otro sexo), pero que decidieron divertirse y mostrar algo distinto, y realmente interesante.

Vale la pena presentar a cada uno de estos cuatro jovencísimos bailarines, que forman parte de la última generación del tango.

Yo personalmente, si fuera lesbiana, estaría enamoradísima de Ariadna Naveira, de 20 años. Es hermosa, es graciosa, tiene un humor pícaro cuando baila, se ve que lo disfruta, la pasa bien, y nos contagia ese buen humor y ese disfrute. Además, considero que baila tan bien como hombre que como mujer. Sabe guiar, y sabe seguir. Una mujer completísima. ¡Sueño con bailar con ella!

Es hija de Gustavo Naveira, considerado uno de los padres del tango nuevo, aunque él rechace la etiqueta, y de Olga Bessio, una gran bailarina. Pero Ariadna encontró su propia vía y su propio estilo, y eso la hace más especial todavía, porque no se dejó aplastar por los dos gigantes que son sus padres, ni tampoco siguió fielmente sus huellas.

Su pareja, de baile y en la vida, es Fernando Sánchez, y juntos bailan de manera muy ligera, muy graciosa y muy elegante. Aquí un video en el que Ariadna baila con esa sonrisa tan entrañable.

De Greta Hekier, 22 años, no tengo mucho que decir porque no la conozco tanto, excepto que me encanta verla bailar, y que visiblemente a muchísimos hombres les encanta bailar con ella.

En este video, filmado entonces en Soho Tango en octubre pasado, Ariadna es la que está vestida toda de negro.



Octavio Fernández, por su lado, merecería una entrada aparte. Se trata de un niño de apenas 22 años. A pesar de su corta edad, ya bailó con grandes bailarinas, como Luna Palacios o Samantha Dispari. En estos momentos baila con Corina Herrera. Conozco a Octavio desde hace unos cuatro años. Lo vi dar sus primeros pasos en la pista, puedo decir que vi el nacimiento de este eximio bailarín. Es un fanático de la milonga, difícil las noches en que no se lo ve en La Viruta, Soho Tango o Loca. Hasta hace poco, solía presentarse siempre engominado, impecablemente vestido, cual viejo milonguero de los 40. Por suerte, ahora está un poco más relajado, aunque siempre elegante. Bailar con él es... tocar el cielo con las manos. La entrada en la que explico mi búsqueda del abrazo perfecto, la escribí pensando principalmente en él.

Cristhian Sosa, de 23 años, fue doble campeón del Campeonato Metropolitano de 2009: en vals y en milonga, junto con Lida Mantovani. Otro jovencísimo bailarín que no se dejó seducir por las sirenas del tango nuevo, y eligió Villa Urquiza y la esencia del tango para su formación y nuestro deleite.




Soho Tango

Club Villa Malcolm
Córdoba 5064
Jueves: clase de 21 a 22h30 a cargo de Mario Bournissen y Eugenia Martínez, y de Emiliano González, Laura Zaracho y Noelia Davini, y milonga de 22h30 a 2h30
Reservas: 1561668365
Cómo llegar: Colectivos 15, 34, 55, 140, 151, 168, o 106 y caminar unas cuadras por Córdoba

domingo, 11 de abril de 2010

Porque es inútil esperar, si la esperanza ya murió...

"¿Lo tenés? Te quiero", me escribió la persona que me enviara este tema alguna vez, deseando compartir, además de su amor, hermosas letras de tango.

Esta vez, tengo que tomarme la letra en serio.

sábado, 3 de abril de 2010

La milonga, la adicción, el amor y el desamor

Hay momentos y momentos.

Momentos en que la milonga se convierte en el centro de nuestra vida. Somos adictos, no podemos pasar una sola noche sin milonguear. No somos profesionales, no tenemos intención de serlo, pero la sola idea de perdernos una noche de milonga nos deprime al punto de angustiarnos y dejarnos intranquilos, en busca del abrazo perfecto.

Como en La Viruta, los fines de semana, a partir de las 3h30 no se paga, y dura hasta las 6, pase lo que pase por la noche (fiestas de cumpleaños, reuniones de amigos, salidas al cine...), sabemos que terminaremos la noche allí. Siempre cargamos con nuestros zapatos de tango en la cartera, y llegadas las 3 o 4 de la mañana, emprendemos el camino hacia el Templo, en la calle Armenia.

Habría que hacer un estudio sobre lo adictivo del tango, porque esto le ha sucedido a todos los que  conozco que fueron picados por el bichito del tango: la imposibilidad cuasi física de no ir a la milonga. Me ha pasado de estar en la otra punta de la ciudad un sábado a la noche en invierno en casa de una amiga, que se hagan las 2 de la mañana, que esa amiga me proponga quedarme a dormir en su casa, y que yo lo conteste: "No, gracias, tengo que ir a La Viruta", como si fuera una obligación. Era capaz de esperar el colectivo durante una hora con 2 grados de sensación térmica, con tal de cruzarme la ciudad y llegar a la milonga.

Siempre andaba con mis zapatos a cuestas. Mi casa se había convertido en un hotel de paso, donde solamente dormía y desayunaba. Me levantaba a las 10, iba a trabajar a las 12 ya vestida para la noche, trabajaba hasta las 21, me pintaba en el baño de la oficina, a las 22 iba directo a la Viruta donde tomaba las clases, y luego me quedaba en la milonga hasta las 4 o las 5 o las 6 de la mañana, dependiendo del día, dormía cuatro o cinco horas, y a la mañana siguiente, lo mismo, despertarme a las 10...

No sé cómo aguanté tanto tiempo ese ritmo. Duró más o menos tres años.

Me acuerdo de hablar con un chico que ya bailaba profesionalmente, y que me preguntaba que haría a la noche siguiente. Mi respuesta fue tajante: "Voy a las clases y luego me quedo a milonguear". Me miró con ternura y me dijo: "Ah, empezaste hace poco, ¿no? Vas a ver, ya se te va a pasar, algún día, la milonga será otra cosa".

Lo miré espantado. ¿Otra cosa? ¡Jamás! La milonga era lo único firme, estable, tangible de mi vida, y lo sería para siempre, no cambiaría nunca. Juré y perjuré que no se me pasaría nunca, que mi adicción era de por vida, y aún más: que la pareja que yo tuviera tendría que ser del ambiente del tango para poder bancárselo.

No entendía a esa gente que, un día, se enamoraba, y chau milonga. Los criticaba: "Qué pollerudo/qué sumisa, ¿entonces qué? Ahora que están en pareja se olvidaron de lo que realmente les gustaba? Qué tarados/as".

Y un día... pues un día me enamoré. Me enamoré de alguien de la milonga, sí, pero no un profesional del tango. Me enamoré con una intensidad que no había sentido en lustros. Esa persona me hacía tan, pero tan feliz, que sólo tenía ganas de una cosa: estar con él. ¿La milonga? Sííí, bueeeeno, mañana vaaamos, ¿y si mejor nos quedamos haciendo cucharita abrazaditos debajo de las frazadas? Y él estaba en la misma: prefería mil veces quedarse acurrucado entre mis brazos en posición horizontal que abrazado a mí o a otras en una pista.

Viví ese amor con una intensidad casi insólita conociéndome, yo que también había jurado que no me pondría nunca en pareja, que la soltería me sentaba muy bien, que no necesitaba a nadie a mi lado, que no quería comprometerme con nadie, que nadie me sacaría del tango ni me alejaría de la milonga.
Un día, llegó ÉL, me enamoré, se enamoró, y mis convicciones, mis afirmaciones, mis declaraciones,  mis certezas, se fueron a freír churros en un santiamén. Ese hombre me voló la cabeza como nadie.

Y de golpe, sin que me diera cuenta de ello, nos volvimos esas parejas que yo tanto había criticado: desaparecimos de la milonga. El tango ya no era el centro de nuestras vidas. Ahí entendimos que la adicción al tango es mucho más que eso: en realidad, lo que se busca con desesperación en la milonga es el contacto humano. Compañía. Abrazo. Calor. Porque en general la gente que empieza a bailar tango es soltera: necesita ese contacto.

Cuando nos ponemos en pareja y que recibimos de nuestro compañero o nuestra compañera ese contacto, esa compañía, ese calor, ya no necesitamos ir a buscarlo en el abrazo del tango.

La milonga se vuelve una opción de salida. Nuestra opción preferida, ciertamente, pero una opción al fin.

Pero nada es eterno. Así como la adicción a la milonga se deshizo en los limbos del amor, un día, la pareja también se puede deshacer en los limbos del desamor. Un día, la vida se vuelve a pensar en singular. Un día, dos seres enamorados recuerdan eso: que eran dos. Que no eran uno. Un día, se puede acabar el amor.

¿Qué pasa entonces? ¿Qué pasa con la milonga? ¿Qué pasa con ese lugar en el que nos conocimos, en el que dimos nuestros primeros pasos como pareja? ¿Qué pasa al escuchar esos tangos que nos han unido y que hemos escuchado juntos desde nuestra cama transformada en milonga íntima, durmiéndonos fusionados en el amor del otro?

Cada cual lo manejará como pueda. Cada cual sabrá si puede volver a ese lugar, si puede volver a escuchar esos tangos desgarradores, si tiene ganas de cruzarse con su ex pareja y hacer como si nada. Sobre todo si a uno de los dos le quedó amor, la simple idea de que eso, cruzarse con su ex, pueda suceder, es una tortura. La idea de ver a nuestro antiguo amor tener su cuerpo pegado al de otra, y ya no al nuestro, nunca más al nuestro, nunca más acurrucados, nunca más cucharita, nunca más abrazaditos debajo de las frazadas en invierno, es tan insoportable que preferimos evitar salir a milonguear.

Para algunos, en ese momento, la milonga se vuelve a transformar por tercera vez. Aquel lugar al que juramos y re-contra-juramos que nunca dejaríamos de ir por nada en el mundo, y del que luego nos alejamos con gusto para vivir lo increíble del amor, ahora nos provoca angustias y nos saca lágrimas.


¿Qué otro lugar provoca tantas sensaciones encontradas? ¿Qué otro boliche marca tan en la carne a la gente que acude a él?

La milonga es un mundo. A veces, no nos damos cuenta de hasta qué punto la milonga es nuestro mundo. Hasta qué punto es una alegoría de nuestra vida. Hasta qué punto nos va acompañando en las etapas de la vida. Y hasta qué punto, en ese mundo, se juntan la adicción, el amor y el desamor.

sábado, 13 de marzo de 2010

La Milonga del Indio

Hay un lugar del que es preciso hablar en este momento: la Milonga del Indio.

Todos los domingos desde hace 20 años, el bailarín Pedro Benavente, más conocido como "El Indio", organiza en la plaza Dorrego de San Telmo una milonga popular, gratuita (a la gorra) y solidaria. Clases de tango, de folclore, baile, exhibiciones, todo se organiza a pulmón, gracias al aporte de algunos vecinos del barrio, de Pedro, y de lo que la gente quiera dejar: tapetes del piso, luces, equipos de música, todo se hace sin subsidio alguno, aunque se haya convertido, con el correr de los años, en una referencia absoluta de la cultura porteña y en un ícono de San Telmo. De hecho, fue declarada patrimonio histórico cultural de la Ciudad de Buenos Aires.

Problema: no tiene existencia legal. Y en los últimos años, el espacio ha sido invadido cada vez más por las meses de los bares y restaurantes. Parece que la cosa se está poniendo violenta, ya que los organizadores de la milonga, además, están siendo amenazados verbal y físicamente para que abandonen ese espacio.

Por lo tanto, es absolutamente vital, urgente y necesario que la Milonga del Indio tenga una existencia legal, para además poder tener acceso a subsidios.

Por eso está circulando un petitorio, que pueden encontrar aquí, con todas las explicaciones del caso.

Y por supuesto, les recomiendo esta maravillosa milonga de Buenos Aires. Mañana, 14 de marzo, bailarán, solidarizándose con la causa, Roxana Suárez, que fue pareja de baile del Indio, y Sebastián Achaval, campeón mundial de tango salón 2005. Otra razón más para ir a descubrir el lugar.


Plaza Dorrego de San Telmo, esquina de Defensa y Humberto I
Domingos a partir de las 19 horas
Organiza Pedro "El Indio" Bonavente
Cómo llegar: colectivos 22, 24, 28, 29, 33, 54, 61, 62, 64, 74, 86, 93, 111, 126, 130, 143, 152, 159