Antiguamente, en las milongas, a quienes no respetaban los códigos de la milonga, se adelantaban, golpeaban a otras parejas o tenían un comportamiento inadecuado, directamente se los sacaba a codazos de la pista.
Así, sin más: los hombres que rodeaban a los indeseables los iban arrinconando y empujando a codazos, mientras bailaban como si nada.
Pues no se crean que esa época terminó.
Principiantes, jóvenes, bailarines con cara de extranjeros, hay algo que tienen que saber.
En muchas milongas tradicionales, hay que pagar derecho de piso. ¿Qué significa eso? Que si no muestran humildad al llegar, si no respetan el cabeceo, si sacan a mujeres acompañadas, si no respetan a rajatablas los códigos de la pista, corren el riesgo de recibir codazos y terminar fuera de ella.
No lo digo porque me lo contaron. Yo lo he vivido.
Había ido a conocer La Milonguita. Se trata de una milonga relativamente nueva (arrancó en 2003), pero cuya ambientación es de una milonga tradicional. Un lugar muy lindo, pista amplia, buena música. Me gustó enseguida. Su organizadora, Graciela López (de quien he citado un texto en este blog), ha sabido crear una milonga muy agradable y llena de vida en un barrio (Colegiales) en el que no existen muchos otros lugares (si exceptuamos todos los del Palermo lindante).
Problema: la persona que me acompañaba tenía cara de extranjero, y éramos los dos jóvenes (¡o relativamente, en mi caso!) y desconocidos. Apenas entramos, tuve la sensación que "nos miraban". Lo puse en la cuenta de mi paranoia y nos dedicamos a sentarnos atrás de todo, tomar un café y mirar la pista.
Al cabo de media hora, nos atrevimos a bailar. Hay que reconocer que el hombre que estaba conmigo nunca se destacó por respetar los códigos de la pista. Pero también, que esa noche hizo esfuerzos, tratando de ser lo más discreto posible, de seguir el ritmo de la pista, bailar al piso, sin grandes gestos, sin adelantarse, sin tocar a nadie.
Pues bien, uno de los hombres que me parecía que nos había "mirado" al entrar empezó a intentarnos correr de la pista a codazos. Un golpecito por aquí, otro golpecito por allá... Rápidamente me di cuenta de que ya no era paranoia mía: realmente nos estaban echando.
Doy fe también de que en otras milongas tradicionales como Club Gricel, hay que pagar un derecho de piso muy alto para ser aceptado en la pista.
Alguna gente se alegra de que existan lugares en los que todavía se conservan las tradiciones como en un joyero de terciopelo, como recuerdo de una cultura y unos modales que ya sólo existen en pocos espacios reservados. Otros se espantan ante tanta intolerancia.
Creo que en eso, los extranjeros que nos visitan también están divididos: a algunos les encanta entrar en esos lugares que son como museos en carne viva y ver con sus propios ojos cómo eran las milongas "de antes". Otros consideran que esas actitudes son las que alejaron a los jóvenes del tango, y se vuelcan al tango nuevo.
Yo creo que como en todo se puede hallar un término medio, y francamente, no creo que esos lugares dañan a nadie. Simplemente, es imprescindible estar advertido y saber que esas cosas pueden ocurrir y aprender a respetar las reglas y a valorar la experiencia de los más experimentados, para no salir escandalizado y no decidir no volver a pisar nunca más una milonga.
Foto: La Milonguita
Domingos de 20h a 2h
Organiza Graciela H. López
Cómo llegar: colectivos 39(ramal 2)-168(cartel amarillo)-41-42-60-63-67-98-152-161-194. Subte D, estación Olleros. Tren Ferrocarril Mitre, estación Colegiales
Organiza Graciela H. López
Cómo llegar: colectivos 39(ramal 2)-168(cartel amarillo)-41-42-60-63-67-98-152-161-194. Subte D, estación Olleros. Tren Ferrocarril Mitre, estación Colegiales
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