jueves, 28 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #3

Después de mi no muy grata experiencia en El Colectivo, estuve bastante tiempo sin ir a bailar. Me empeciné en pensar que en París no había milongas y que no encontraría nunca con quien bailar, a pesar de que el jueves sí había encontrado una pareja agradable, un peruano un poco alto para mi propia estatura, pero que baila un tango milonguero más que decente.

Finalmente, el domingo siguiente fui a Milonga Florida. El DJ, Matías de Valentín Alsina, es un amigo, con lo cual temía que mi crítica no fuera muy objetiva. Decidí que, si no me gustaba el lugar, entonces no escribiría nada en mi blog, y listo.

Por suerte, me gustó.

A ver. La gente es la misma que en El Colectivo. De hecho, la comunidad "milonguera" (con muchas comillas, porque de milongueros no tienen gran cosa) de París es bastante reducida, y se ven las mismas caras en todos lados. Y, por supuesto, se ven también las mismas prácticas y costumbres.

Retomando mis observaciones anteriores, una cosa que me asombra es que, durante las cortinas que separan las tandas, al menos el 30% de la gente se queda en la pista, con la misma pareja, a la espera de la tanda siguiente. Sin saber qué tanda viene. Sin saber si le gustará esa tanda. Sin saber si le gustará bailar esa tanda con esa persona.

A mí, personalmente, me supera.

Y en Milonga Florida, pasa lo mismo que en El Colectivo. Y calculo que en todos los lugares que visitaré en París.

Consecuencia colateral mas no menos importante: hay poca rotación de las parejas. Es decir, pocas opciones para elegir compañero o compañera en cada tanda. Difícil sacar a la persona con la que nos gustaría bailar, si está bailando dos o tres tandas seguidas cada vez.

Pero bueno. El tema es que Milonga Florida me gustó. El lugar es lindo, agradable. Hay algunas mesas cerca de la pista, pero sobre todo una barra como la gente. Y un primer piso en balcón con más mesas para sentarse, aunque casi nadie va allí, excepto para dejar tapados, bolsos y zapatos. La música es buena, la pista cómoda. Volví a encontrar a las mismas caras, es decir, volví a bailar con el peruano, y encontré a un francés con un baile interesante (aunque me va a costar un poquito encontrar a alguien que baile el estilo de Villa Urquiza...).

Lamentablemente, esta milonga se organiza un solo domingo de cada dos. Y como casi todos los lugares para bailar en París, cierra los meses de verano... Así que ya saben, si quieren hacer un tour tanguero de París, tienen que evitar los meses de julio y agosto, excepto para ir a los Quais de Seine...


Milonga Florida
Opus Café - 167, quai de Valmy - 75010 Paris
Tel: 01 47 00 57 39
Domingo 7 y 21 de junio, y domingo 5 de julio de 2009
Cómo llegar: Metro Louis Blanc (líneas 7 y 7bis) o Jaurès (líneas 2, 5 y 7bis)

sábado, 23 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #2

El jueves empezó en París un acontecimiento anual realmente hermoso: la milonga en el borde del Sena.

Desde finales de mayo hasta finales de septiembre, todas las noches cuando no llueve (o sea, seamos honestos, no debe de hacerse la mitad del tiempo, el clima parisino es bastante horrendo...), se organiza una milonga, o más bien una práctica, en una especia de costanera peatonal y arbolada en el borde del Sena.

Debajo de las estrellas, a la luz de los faroles, con los bateaux-mouches que iluminan el lugar cada vez que pasan sobre el Sena y en un ambiente muuuuy romántico (parejas enamoradas que bailan tango, deben bailar allí alguna vez), suenan los acordes del 2x4.

De verdad, el lugar es hermoso y vale la pena ir a conocerlo si tienen el gusto de visitar París.

Sólo que... lamentablemente, el nivel es muy, pero muy bajo. Y termina muy, pero muy temprano. A mí me habían dicho que los sábados terminaba a la 1 de la madrugada, así que llegué a las 23h30. El tiempo de observar la pista, ya se hicieron las 12 y... sonó la Cumparsita a modo de despedida... No sabía que este año cambiaron los horarios...

Entre que no vi a nadie interesante para bailar y que tampoco me dio el tiempo de observar mejor, me fui sin siquiera haber pisado la pista.

Una cosa asombrosa es cómo no se cae alguna pareja al Sena, puesto que no hay ninguna protección entre la pista y el agua.

En fin, de verdad el lugar es hermoso y los parisinos están muy afortunados de poder contar con este lugar todas las noches de verano. Algún día viviré la experiencia de bailar allí con el hombre al que amo.

Por lo demás, es bastante emocionante escuchar los sonidos del bandoneón en el borde del Sena cuando uno se va acercando, llegar al lugar y ver esto:

Photo ® Dominique

Tango sur les Quais de Seine
Square Tino Rossi - Quai Saint Bernard - 75005 Paris
Todos los días de 20h30 a 00h hasta el 20 de septiembre de 2009
Cómo llegar: Métro Jussieu (línea 7 y 10) o Gare d'Austerlitz (línea 5 y 10)
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lunes, 18 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #1

Estoy en estos días en Paris. Aquí nació el tango como danza de salón, a principios del siglo XX. Por aquí también nació el tango nuevo. Siempre tuve la idea de que París tenía una oferta de tango no tan importante como en Buenos Aires, porque esto es imposible, pero digamos que interesante.

Bueno.

Es cierto que si uno quiere ir a bailar todas las noches, lo puede hacer. Hay lugares para bailar en todos los distritos, y hay varias opciones todas las noches.

Pero ahora que entendí la diferencia entre bailar tango e ir a la milonga, puedo decir que en París hay pocas milongas. En París, la gente va a practicar tango en un salón en el que pasan tandas de tango separados por cortinas.

Pero raras veces son milongas, y si lo son, la gente no actúa como si estuviera en una milonga. Van a practicar un poco como se va a yoga o al gimnasio, excepto que encima se puede tomar alcohol...

La semana pasada fui a bailar por primera vez. Jueves por la noche, me tocó El Colectivo. En realidad, quería ir al Bistrot Latin (ex Latina) lugar que, me dijeron, es el más próximo a una milonga que hay en París. El sitio Internet promociona su apertura de lunes a sábados de 21 a 01h30. Excepto que fui a las 23 y... estaba cerrado. Emprendí entonces el camino hacia El Colectivo, un lugar que ya conocía pero al que no tenía muchas ganas de regresar porque mi recuerdo es que allí la mayoría de la gente baila tango nuevo.

Y efectivamente, es el caso. Lamentablemente para mí, es el caso en casi todo París.

Pero lo que descubrí es que El Colectivo es una práctica, no una milonga, a pesar de que se promociona como tal.

Primero, porque no hay mesas alrededor de la pista, apenas sillones, y excepto algún jugo de frutas, no se puede tomar gran cosa, y mucho menos comer. O sea, no es un lugar de reunión social, sino una pista (muy buena, por cierto, aunque el calor es agobiante, incluso en pleno invierno) con algunos lugares para sentarse entre tanda y tanda.

Además, la gente va a bailar con quien sea, como sea, la tanda que sea. Más de una vez me sacó alguien que, ante mi negativa, se dio vuelta hacia la mujer siguiente y la invitó ipso facto a ella también. O sea: ese hombre no me había elegido. Yo era la primera mujer en su camino y su objetivo era bailar la tanda que fuere con quien fuere.

Yo andaba mirando atentamente la pista, seleccionando con qué persona podría, llegado el caso, bailar tal o tal tanda. Y ellos me sacaban sin la menor consideración por la tanda o el estilo de baile.

Mi primera experiencia fue, de hecho, bastante significativa.

Acababa de llegar y estaba en fase de observación. La tanda que estaba sonando no me gustaba en ese momento, no para un primer tango en París (creo que era vals, un estilo que no me gusta bailar con cualquiera). Entonces había decidido que no la bailaría.

En eso llega un chico argentino, visiblemente muy seguro de él, al parecer convencido de que su nacionalidad le daba la autoridad suficiente como para ser considerado un bailarín emérito.

Yo no había abierto la boca, o sea que él no podía saber si era argentina o francesa, y me sacó en castellano, como para remarcar su nacionalidad (ahora no lo recuerdo, pero puede que le haya salido un "che" como para subrayarlo mejor).

Lo más amablemente posible (aunque mis amigos probablemente me digan que es algo de lo que soy incapaz), le expliqué que no quería bailar esa tanda, y que por favor me sacara en la tanda siguiente.

Me miró como si hablara en otro idioma. Visiblemente, ese chico, por más argentino que fuera, no podía entender cómo le decía que no con una excusa tan delirante. Supongo que para él, no hay nada más parecido a un tango que... otro tango. Y que eso de los diferentes estilos de baile según los estilos de música es chino básico.

Llegó la cortina y empezó otra tanda. Por cordialidad, me dirigí hacia él y le dije: "Ahora sí. ¿Querés bailar conmigo?"

Se encogió de hombros y contestó: "Ah bueno, no sé", como queriendo hacerme pagar el desaire de la tanda anterior. Insistí: "No era una falsa excusa, no quería bailar la tanda anterior". Casi a regañadientes, aceptó.

¿Cómo bailaba? Bueno, de nuevo, con la seguridad de que su nacionalidad lo justificaba todo. Tuve la sensación de ser como una roca en medio de una tormenta en el mar: me agarraba y estrujaba como si su vida dependiera de eso. Sufrí bastante. Estaba pensando en aguantar estoicamente hasta el final de la tanda, cuando al cabo de tres tangos, me dijo: "Gracias" y me dejó plantada en medio de la pista y de la tanda. Después me di cuenta de que hacía eso con todo el mundo, creo que por el calor insoportable. Pero habla del respeto que ese tipo tiene hacia los códigos de la milonga...

En fin, voy a seguir con mis peripecias milongueriles parisinas, y les contaré aquí lo que iré descubriendo...

Foto ® El Colectivo


46, rue des Rigoles - 75020 Paris
Tel: 06 63 23 35 70
Jueves de 21h30 a 1h y sábados de 21h30 a 3h
Cómo llegar: Métro Jourdain (línea 11)
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viernes, 8 de mayo de 2009

Práctica vs. Milonga

Algunas veces mis amigos no-tangueros me preguntaron la diferencia entre una práctica y una milonga.

En efecto, existen al menos dos tipos de manera de ir a bailar tango, y las voy a resumir aquí. Ojo, voy a ser bastante esquemática. Milongueras y milongueros, sepan disculpar, pero me dirijo sobre todo a las personas que no forman parte del mundo tangueril. Si quieren añadir algo, claro que lo pueden hacer dejando un comentario (y por favor háganlo, nada mejor que compartir experiencias, vivencias y puntos de vista).

Entonces, vistas de afuera y de lejos, la práctica y la milonga son lo mismo: muchas personas que se juntan para bailar tango en un salón especialmente dedicado a eso.

Pero si nos acercamos un poco, podemos ver las diferencias.

La práctica:

Se trata de un lugar en el que se pasa música de tango, por lo general de manera continuada, sin tandas y sin cortinas (aunque en algunos lugares sí se hace), adonde la gente va a bailar, como el nombre lo indica, a modo de práctica, es decir, de entrenamiento.

Hay prácticas guiadas, supervisadas por uno o varios profesores que tiran ideas de pasos, corrigen, sugieren. Esto siempre se hizo, y de hecho recomiendo enfáticamente la Práctica a la Antigua de Gabriel Missé y Diego Mohammad, los martes por la noche.

Y también hay prácticas a secas, en las que la gente simplemente va a bailar un rato, con su pareja o no. Raras veces hay mesas, a lo sumo sillas alrededor de la pista, tal vez un bar para tomar algo y nada más.

La milonga:

Es, ante todo, un acontecimiento social. Un lugar al que uno va a encontrarse con gente, comer o tomar algo, y entre charla y charla, bailar alguna tanda. Es un lugar de reunión, de sociabilización. La meta no es bailar lo más posible, como en la práctica, donde el único objetivo es ése, bailar, sino pasar un buen rato.

La realidad es que hoy en día, entre los principiantes más que nada y la nueva generación del tango, mucha gente va a las milongas como a las prácticas. Me incluyo, en mis primeros años tangueriles, en los que nadie me había enseñado esas sutiles diferencias, nadie me había explicado la esencia de la milonga. Lo descubrí poco a poco, cuando el tango dejó de ser, también para mí, una mera actividad deportiva o artística para pasar a ser un evento social.

Un documental que lo explica muy bien es Milonga, el abrazo del tango, de Mafalda Trotta.

Hoy día, ya no voy a la milonga a bailar. Voy a la milonga a reunirme con mis amigos, a pasar un buen rato, y ese buen rato incluye bailar tandas con gente seleccionada, en momentos privilegiados, las que más me gustan o me inspiran en ese momento. Ya no bailo frenéticamente, como si de mi vida dependiera que me baile todas las tandas, como sí me sucedió al principio, y durante casi tres años.

De esa manera distinta de abordar el tango viene la diferencia entre un bailarín y un milonguero, creo yo. El bailarín enfoca el tango como una actividad física, artística, creativa. El milonguero lo vive. Aunque claro, se pueden ser las dos cosas, y los ejemplos sobran. Menos mal.
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