viernes, 8 de mayo de 2009

Práctica vs. Milonga

Algunas veces mis amigos no-tangueros me preguntaron la diferencia entre una práctica y una milonga.

En efecto, existen al menos dos tipos de manera de ir a bailar tango, y las voy a resumir aquí. Ojo, voy a ser bastante esquemática. Milongueras y milongueros, sepan disculpar, pero me dirijo sobre todo a las personas que no forman parte del mundo tangueril. Si quieren añadir algo, claro que lo pueden hacer dejando un comentario (y por favor háganlo, nada mejor que compartir experiencias, vivencias y puntos de vista).

Entonces, vistas de afuera y de lejos, la práctica y la milonga son lo mismo: muchas personas que se juntan para bailar tango en un salón especialmente dedicado a eso.

Pero si nos acercamos un poco, podemos ver las diferencias.

La práctica:

Se trata de un lugar en el que se pasa música de tango, por lo general de manera continuada, sin tandas y sin cortinas (aunque en algunos lugares sí se hace), adonde la gente va a bailar, como el nombre lo indica, a modo de práctica, es decir, de entrenamiento.

Hay prácticas guiadas, supervisadas por uno o varios profesores que tiran ideas de pasos, corrigen, sugieren. Esto siempre se hizo, y de hecho recomiendo enfáticamente la Práctica a la Antigua de Gabriel Missé y Diego Mohammad, los martes por la noche.

Y también hay prácticas a secas, en las que la gente simplemente va a bailar un rato, con su pareja o no. Raras veces hay mesas, a lo sumo sillas alrededor de la pista, tal vez un bar para tomar algo y nada más.

La milonga:

Es, ante todo, un acontecimiento social. Un lugar al que uno va a encontrarse con gente, comer o tomar algo, y entre charla y charla, bailar alguna tanda. Es un lugar de reunión, de sociabilización. La meta no es bailar lo más posible, como en la práctica, donde el único objetivo es ése, bailar, sino pasar un buen rato.

La realidad es que hoy en día, entre los principiantes más que nada y la nueva generación del tango, mucha gente va a las milongas como a las prácticas. Me incluyo, en mis primeros años tangueriles, en los que nadie me había enseñado esas sutiles diferencias, nadie me había explicado la esencia de la milonga. Lo descubrí poco a poco, cuando el tango dejó de ser, también para mí, una mera actividad deportiva o artística para pasar a ser un evento social.

Un documental que lo explica muy bien es Milonga, el abrazo del tango, de Mafalda Trotta.

Hoy día, ya no voy a la milonga a bailar. Voy a la milonga a reunirme con mis amigos, a pasar un buen rato, y ese buen rato incluye bailar tandas con gente seleccionada, en momentos privilegiados, las que más me gustan o me inspiran en ese momento. Ya no bailo frenéticamente, como si de mi vida dependiera que me baile todas las tandas, como sí me sucedió al principio, y durante casi tres años.

De esa manera distinta de abordar el tango viene la diferencia entre un bailarín y un milonguero, creo yo. El bailarín enfoca el tango como una actividad física, artística, creativa. El milonguero lo vive. Aunque claro, se pueden ser las dos cosas, y los ejemplos sobran. Menos mal.
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1 comentario:

jacky dijo...

Très intéressante cette distinction...qui donne à réfléchir pour la prochaine fois où j'irai danser.