jueves, 29 de octubre de 2009

Personajes de la milonga

En la milonga pululan personajes que merecen una entrada aparte. Personajes a los que todos conocen por su apodo (de hecho, ¿quién cuernos pone los apodos y cómo es que se difunden tan rápido?) y que, todas las noches, aparecen como extraños fantasmas que van y vienen...

En La Viruta, lugar que yo frecuento más a menudo, tenemos, entre otros:
  • El Viejito. Un clásico. Se trata de un señor muy, muy anciano, o en todo caso así parece, muy, muy encorvado, que camina con pasitos muy, muy cortitos, y que saca a cuanta mujer se le cruce, con un pasito de baile en el pasillo, la mano tocándose el pecho. Apenas puede levantar la cabeza de lo encorvado que está. La verdad que es muy enternecedor el Viejito. El tema es que si una rechaza la invitación, aunque sea cordialmente y con una sonrisa, el Viejito empieza a refunfuñar cosas ya no tan enternecedoras como: "Hija de puta mmpphsgrrrrmph la puta que te parió grmphmgrphmm" y sigue su camino puteando y masticando rencor entre sus dientes, hasta la mujer siguiente.
    Más de una mujer piensa que se trata de un viejo milonguero de esos que tienen nombre y apellido y acepta bailar con él. Rápidamente se da cuenta de su equivocación y pone una cara de sufrimiento que no les puedo explicar.
  • Carlitos Balá. La verdad, hace muchísimo que no lo veo, y me empieza a preocupar. ¿Qué le pasó a Carlitos Balá? ¿Alguien lo vio últimamente? Carlitos Balá es un señor que durante muchos años fue a La Viruta los fines de semana, durante la primera parte de la noche. Un tipo muy alto, siempre vestido con traje y con el corte de pelo típico de Carlitos Balá (luego se lo cambió, se hizo crecer una especie de mecha larga que le tapaba media cara, pero lo seguimos llamando así). También saca a cuanta mujer se le cruce. No conozco a ninguna mujer que no lo haya dejado plantado en medio de la tanda.
    Yo misma tuve el tremendo horror honor de bailar con Carlitos Balá. Era principiante, decía que sí a todos los que me sacaban.
    Para qué... Me apretaba de manera realmente desubicada, y me soplaba al oído cual locomotora embalada. Realmente desagradable. Como todas, después del primer tango le dije que muchas gracias, pretextando un cansancio repentino, y salí de la pista. Era la primera vez que hacía eso, realmente tenía buenos motivos...
  • El Escriba. También conocido como El Caminante. Como sus dos apodos indican, se trata de un señor que escribe y camina.
    Toma muchísimas clases de tango, en La Viruta y en otros lados, clases en las que filma a los profesores y en las que toma apuntes de manera frenética. Se la pasa filmando y escribiendo. Debe tener el archivo de clases más importante del planeta. No sé qué hará con ese material luego, pero si alguna vez se le ocurre hacer un libro o un DVD con eso, tendrá para decenas y decenas de fascículos y si se pone las pilas, se puede hacer millonario.
    Eso sí, tanto asistir a clases y anotando, visiblemente no le sirve de gran cosa, porque en la milonga, se la pasa... caminando. Da vueltas y vueltas a la pista, sin sacar a nadie. Camina con pasos de tango, marcando el ritmo, apurándose en los contratiempos, las manos en la espalda, muy concentrado, sonriendo mucho.
    Un misterio total.
  • La poeta. Para mí, de lejos, el personaje más tierno. Se trata de una mujer que camina con dificultad, apoyada en un bastón, y recorre las milongas vendiendo libros de poesías escritas por ella. Incansablemente, todas las noches, deambula entre las mesas de las milongas porteñas esperando que alguien le compre un librito. Más de una vez la vi sentada sola en un café de Palermo, mirando televisión, quizás esperando la hora propicia para hacer su tour milonguero, o al contrario descansando después de una noche de caminar y caminar con sus libritos en la mano.
¿Y ustedes? ¿Qué personajes se les ocurre de su milonga favorita?

viernes, 23 de octubre de 2009

La milonga y el amor

Después de un poco más de cuatro años de acudir a la milonga sola, de vivir una entretenida vida de milonguera soltera, estoy descubriendo las alegrías de estar en pareja con un hombre que también milonguea.

Al principio, enamoradísima, me provocaba casi orgullo entrar en la milonga agarrada de su mano, mostrando a todos mi nueva felicidad.

Después de unos meses, sigo más enamorada que nunca. Pero he constatado los límites de estar en pareja en la milonga...

Es muy simple: excepto los amigos que tengo en común con mi compañero, ya nadie me saca. Así, de golpe, de un día para el otro, me volví completamente transparente ante los otros milongueros. De repente, soy dueña de otro y, por lo tanto, intocable.

Tanto machismo me supera... Porque claro, él no la tiene tan difícil. Al ser el hombre el que saca, puede darse el lujo de tomar la iniciativa de sacar a cuantas chicas se le crucen. Por mi lado, se supone que tengo que esperar a que me saquen.

Está bien, no es solamente por machismo. Yo tampoco, si veo a un hombre sentado en una mesa con una mujer, lo voy a ir a sacar, para no interrumpir, molestar o incomodar.

Pero convengamos una cosa: el universo de la milonga es machista. Algunos milongueros me han dicho claramente que como ahora estoy en pareja, no me van a sacar más. Les pedí que por favor lo hicieran, que estaba todo bien con mi compañero, que cada uno seguía bailando con otras personas... Siguen sin sacarme.

O sea, me tengo que poner una camiseta que diga: "Disponible, autorizada por su amo a bailar con otros".

Mi pobre compañero, que no se atrevería nunca a erigirse en amo de nadie, hace lo que puede para que me sigan sacando, bailando con otras chicas, tratando de no pegarse a mí, alentándome a ir a bailar todo lo que se me cante.

Pero ése es el problema: a mí se me canta. Es a los otros a quienes no les canta...

Las dos soluciones disponibles me dan bronca: la primera sería ir a bailar sola. La segunda, ir con mi compañero, pero sentarnos en dos mesas distintas. Me han contado de parejas que lo hacen. A mí me parecería realmente patético. Pero es una realidad: cuando estoy sentada en su mesa, no me saca ni el loro. Cuando me levanto y empiezo a deambular por la milonga, se me empiezan a acercar.

Así que nada, tendré que acomodarme a la situación, sacar mi camiseta de "disponible", y hacer entender, de a poco, que no le pertenezco a nadie.
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domingo, 18 de octubre de 2009

El día de la madre (que baila tango)

La organizadora de La Milonguita, Graciela H. López, es además escritora y psicoanalista. Escribió dos libros de cuentos sobre la milonga y el tango, que yo no conocía pero que visiblemente tienen mucho que ver con la idea de mi blog. El primer libro de cuentos se llama "Secretos de una Milonguera" y fue traducido a varios idiomas.

En el día de la madre, me tomo el atrevimiento de copiar uno de estos cuentos, que me pareció fabuloso, y que se llama:
El día de la madre (que baila tango)

Me niego rotundamente a encarnar el personaje de LA MADRE.

Al menos no quiero ser esa madre tanguera sacrificada, que lavaba en el piletón, o que era una santa viejita. Sin embargo, algo de eso queda en mi alma, aunque soy una mujer actual, aunque haya lave rap, internet, celulares y tarjetas. Muy en el fondo sigo teniendo la idea de que debería estar siempre dispuesta para mis hijos, aunque ellos sean grandes, independientes y hagan su propia vida.

Sucede que el domingo es el día clave, el día familiar por excelencia, el día en que la madre de toda nuestra historia cocinaba los ravioles y a su vera se juntaba la familia.

Y hoy, además de domingo, es "Día de La Madre". Soy sensible al prejuicio social. Tengo miedo de las críticas. Fulana dejó a los hijos solos en el día de la madre y se fue a la milonga . Suena horrible ¿no? Y sin embargo ¡quiero ir a bailar!

Amo a mi familia con toda mi alma, pero no "puedo" perderme la milonga, porque allí me divierto, me siento viva y cargo "pilas" y entusiasmo para pasar feliz toda mi semana. Mientras en casa los chicos me dicen "hola vieja", en la milonga los hombres me llaman reina, diosa o bombón. Eso además de abrazarme y bailar conmigo. Es que una cosa es ser madre y otra mujer, aunque todo venga en el mismo envase.

Como es el día de la madre, este domingo invito a mis hijos a almorzar (aunque pienso que bien podrían invitarme ellos ya que es mi día). Preparo una comida exquisita, decoro la mesa y me desvivo para que todo esté bien. Les pido por favor que sean puntuales y lleguen a las 13 hs. a más tardar, porque a la nochecita "tengo" que salir.

Mi hijo y la novia llaman a las 14:15 por teléfono para avisar que se están retrasando un poco. Mi hijo menor, que aún vive conmigo, todavía no se ha levantado. Intento despertarlo, porque ya son 14:30, pero me mira como si yo hubiera cometido un crimen.

Vuelvo al comedor. A las 14:45 llama mi hija y dice que los disculpe porque se quedaron dormidos pero que "están saliendo" para acá. Picoteo un poquito de la comida, como pan, espero. Todo está listo. Son las 15. Pongo un tango para escuchar. Me arreglo el pelo para adelantar tiempo y voy preparando la ropa que me quiero poner a la noche.

A las 15:30 decido servirme la comida y empezar sola. No me importa en absoluto, lo único que quiero es no perderme el baile de la noche que empieza a las 20 hs.

Cuando estoy por comer el primer bocado, llegan todos juntos, felices, ruidosos, cariñosos, divinos. Vienen con flores y regalos, pero tardan un rato antes de acomodarse para el almuerzo. Dicen que no tienen apuro, porque recién desayunaron.

Sirvo la comida a las cuatro de la tarde. A pesar de la espera está muy rica. Nos reímos, estamos contentos, conversamos, la pasamos muy bien. A las 18 quiero servir el postre pero mi hijo mayor dice: ¡Pará mamá! ¿Qué apuro tenés? Siempre esa costumbre de sacar los platos en cuanto uno termina. Quedate a conversar.

Me quedo. Pienso en mi amiga que me va a pasar a buscar 19:45. No voy a tener tiempo para arreglarme. No importa, me pinto en el auto de ella. ¿Por qué Dios mío, el día de La Madre tiene que ser en domingo?

Se instalan en el living como si se fueran a quedar a vivir. Todos están relajados y contentos, ponen música y disfrutan de la charla porque hay tiempo y es domingo.

Al final me armo de coraje y lo digo: Chicos, yo me quiero ir un rato a bailar.

¡¿Otra vez tango?! dice mi hija ¿y no podés ir otro día? (Recuerdo vívidamente que el año anterior renuncié a la milonga y ellos se fueron a los 20 minutos, pero no lo digo). En cambio balbuceo: Sí… es decir no… sólo puedo hoy.

¿Y no podés ir más tarde?

Es que me pasan a buscar en auto , digo, ya con tono de pedirles permiso.

Pero mamá, es un día familiar ¡dejate de joder y por hoy no vayas! ¿Pero por qué corno estos pibes no entienden? Les sirvo otro café y voy disimuladamente al baño a pintarme las uñas. Me siento una desalmada, una mala madre, una loca que lo único que quiere es irse a bailar. ¡¡Y es verdad!! Ahora es lo único que quiero.

Son justo 19:45 y veo que mi nuera se ha puesto a lavar los platos. Me abalanzo y le digo que no se preocupe, que deje todo como está, que mañana yo ordeno. Insiste y al final la dejo, que se embrome.

Cuando suena el timbre, vuelvo a armarme de valor y anuncio: Chicos, me voy, cierren bien todo cuando se vayan . Todos se quedan sentados y me dicen Chau, que te diviertas, pero yo escucho un ligero tono de reproche. Alcanzo a oír a mi hija que dice Lindo día de La Madre .
Pero no me importa nada. Por fin voy a la milonga.

Graciela H. López
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sábado, 10 de octubre de 2009

La milonga y el sexo

El otro día leí una nota de la agencia EFE que decía que además de reducir el estrés, el tango eleva la líbido y el placer sexual.

En un estudio realizado en la Universidad de Frankfurt, una psicóloga colombiana, Cynthia Quiroga, asegura, después de analizar muestras de saliva de 22 parejas de bailarines de tango, que la reducción de la hormona del estrés se consigue principalmente a través de la música mientras que la subida de la testosterona es producto del baile y del contacto con el compañero.

Muchas veces mis amigos no-tangueriles me preguntan qué onda con los muchachos después de bailar torso contra torso. "No me digas que no pasa nunca nada, que solamente se va a bailar", me dicen.

Bueno, pues no. No se va solamente a bailar, obvio. Es más. La milonga es un gran quilombo. Y con esta palabra me quedo corta. Lo que se vive ahí adentro es bastante particular. No sé si se puede ir a la milonga sólo para bailar tango.

Para hombres y mujeres, es muy fácil, en ese ambiente, histeriquear, seducir, levantar, ir a "desayunar" con alguien (un clásico) y darse cuenta, un buen día, de que todas las conquistas son del mismo lugar.

Y puede llegar a ser al punto de irse con una persona distinta cada noche. Claro que las mujeres lo hacen de manera un poco más discreta, por el eterno machismo que hace de los hombres que se acuestan con muchas mujeres unos winner totales, y de las mujeres que se acuestan con muchos hombres unas atorrantas sinvergüenza.

Pero al final, es lo mismo: en la milonga, en todo caso en las milongas jóvenes (¿será lo mismo en las milongas pobladas en su mayoría por seniors?), todos y todas se acuestan con todos y todas. Al final, pasamos a ser una gran familia...

Y también, es entendible. Estar 15 minutos contra el cuerpo de alguien puede llegar a ser muy turbador. Si la otra persona no nos atrae en lo más mínimo, no pasa nada. Es más, nos desagradará "sentir" que a la otra persona sí le pasa algo, sobre todo si ese "sentir" es textual (mujeres, ¿nunca les pasó de "sentir" que su pareja se entusiasmó demasiado con el baile?).

Pero si nuestra pareja de baile nos atrae, y si esa atracción es recíproca, cuidadito que la pista se puede incendiar.

Después de la tanda, hay dos posibilidades: o la pareja termina en la cama, lisa y llanamente, o la excitación no pasa de eso, un momento de calentura agradable (y el histeriqueo puede durar meses, y puede terminar en nada).

Sabiendo todo eso, y sabiendo que todos y todas saben todo eso, ¿es posible que se armen parejas duraderas en la milonga?

Pues sí. Conozco, y varias. Quien suscribe es fiel testigo de que es posible.

Es difícil manejar el tema de los celos, por supuesto. Por lo general, las parejas "normales", digo, las que no bailan tango, no tienen que soportar varias veces por noche el espectáculo aterrador de sus parejas pegadas a sus ex con sus piernas entrelazadas, rostro contra rostro, respiración contra respiración (sí, sí, aterrador, traten de imaginarlo dos minutos y después me cuentan).

Pero con respeto mutuo, amor, cariño, confianza y muuucha comunicación dentro de la pareja, se puede sobrevivir a esta cruel experiencia.

Pregunta lógica: ¿es posible bailar con alguien de manera sensual, y hasta sexual, pero no sentirse atraído/a por esta persona fuera de la pista y que no pase absolutamente nada entre los dos una vez que se rompe el abrazo?

Nuevamente, sí. Es más, los hombres con los que más me gusta bailar, con los que me siento más a gusto en la pista, con los que más disfruto, son también, notablemente, hombres que no me atraen en lo más mínimo y con los que nunca ha pasado absolutamente nada.

Yo calculo que el estudio ése del que hablo arriba se hizo con parejas de baile que también son parejas en la vida, porque francamente, y menos mal, ¡uno/a no se calienta con cada persona con la que baila! Y ojo, también puede pasar que uno/a esté muy enamorado/a, pero no le guste bailar con su pareja.

Así que en la pista, todas las combinaciones son posibles, no está nada escrito, y no se puede sacar absolutamente ninguna conclusión viendo a dos personas bailar. Pueden ser dos amigos, dos amantes, dos desconocidos, es más, también pueden ser dos personas que se odian pero que, en la pista, sacan chispas.

Para resumir: sí, el tango elevará el deseo sexual en algunas situaciones y con alguna gente, pero esto no significa absolutamente nada. Así que a no sacar conclusiones apresuradas, que tampoco somos animales, che...

Dibujo: Copyright Julie Turconi
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miércoles, 30 de septiembre de 2009

Crónicas parisinas #6

No todas fueron pálidas en París. Hay lugares muy bonitos, en que se baila muy lindo. Lamentablemente, fui en una temporada en que la mayoría de las milongas cierran, por no tener aire acondicionado, o simplemente porque no irá tanta gente por tratarse de las vacaciones de verano.

Pero tuve la suerte de ir dos veces a Milonga Sentimental, donde me sentí realmente a gusto. Sigue siendo difícil calificar los lugares en que se baila tango en París de milongas, porque la circulación alrededor de la pista es difícil (en general las mesas están de un solo lado), hay muy pocas mesas, una barra limitada, es prácticamente imposible comer. Pero allí la pista es linda, la gente no baila tan alocadamente, el ambiente es bonito.

Extrañamente, no es un argentino el que organiza esta milonga, sino un peruano, Augusto Siancas Luján, que ya es toda una institución en el mundo tanguero parisino, y que vive en Francia desde hace 30 años. Un personaje que me cayó realmente bien, sabe mucho de música de tango y tiene buenos invitados. El día que estuve bailaba Teté, que tuvo muchísimo éxito.

Así que si puedo recomendar un lugar en París, es Milonga Sentimental, los lunes a la noche.

Milonga Sentimental
Espace Le vent se lève
181, avenue Jean Jaurès - 75019 Paris
Tel: 01 47 07 87 28 / 06 21 67 41 31
Lunes de 21h a 01h
Cómo llegar: Métro Ourcq (línea 5)
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miércoles, 29 de julio de 2009

Crónicas parisinas #5

En mi búsqueda de una milonga milonguera porteña de verdad (búsqueda ridícula fuera de Buenos Aires, pero...), alguien me recomendó hallar a "Luisito Bruni".

Me metí en Internet porque tengo que reconocer que nunca había escuchado hablar de Luisito Bruni. Y me enteré de que tiene una milonga en París tres veces por semana que, lujo entre los lujos, no cierra en el verano como la mayoría de los otros lugares. El lugar se llama Académie Esprit Tango.

Entonces allá fui un martes, convencida de que iba a encontrar a tres gatos locos mirándose aburridos.

Primero, me sorprendí de que un martes, a las nueve de la noche, estuviera repleto el lugar. El famoso Luisito Bruni todavía estaba dando una clase en una sala contigua al salón de baile, pero ya había bastante gente bailoteando.

El piso, horrible, un parqué en muy mal estado con maderas levantadas (pero que, precisamente, se cambiará a mediados de agosto, lo que promete hacer del lugar una pista muy interesante). La música, no muy buena, la verdad. El calor, agobiante. De milonga, casi nada, no hay mesas, algunos bancos alrededor de la pista, no muchos, no hay barra ni mucho menos posibilidad de comer, en fin, se trata más de una práctica que de una milonga, y de hecho en su sitio, Luis Bruni no pretende engañar a la gente y dice que las noches de baile que organiza son "pratiques". El nivel, bajo, como en todo París.

Pero... Esta vez el "pero" es positivo, como se imaginarán.

Bueno, pero por fin encontré un lugar en París en que no es una obligación jugar a ser un helicóptero, en que la gente trata de bailar algo que se parece de alguna manera a un tango de salón tradicional.

Nuevamente, no que no me guste el tango nuevo, ya dije varias veces que me divierte, pero me está gustando mucho más el tango tradicional, estilo Villa Urquiza, al piso, elegante... Y en París, ando como alma en pena buscando un lugar en que se baile así.

Pues en la Académie Esprit Tango de Pascale Coquigny y Luis Bruni, encontré algo parecido.

Luis Bruni es, en su formación original, un bailarín clásico. Después de formar parte del elenco del Teatro Colón, fue solista del Ballet del Teatro de La Plata. En 1994, mirando una exhibición de los milongueros Pupy Castello y Graciela González, se enamora del tango, y más particularmente del estilo de Villa Urquiza. Durante unos años, oscila entre el clásico y el tango. En 1998, el coreógrafo argentino Oscar Aráiz lo elige para su obra Tango en gris y le pide que coreografie una parte de la obra. En 1997, funda junto a otras personas el Grupo Graciela González. Pule su estilo con otros milongueros: el Turco José, Teté, el Pibe Palermo, descubriendo estilos y épocas distintas, pero siempre tradicionales. Finalmente, en 2001, se instala en París con Pascale Coquigny y en 2006 abren la Académie Esprit Tango.

Toda esta introducción para decir que allí no se baila tango nuevo, o no demasiado. Y para mí, fue como una bocanada de aire fresco.

Bueno, tampoco soñemos: el nivel sigue siendo bajísimo. Además, los hombres que bailan un estilo más tradicional están convencidos de que las mujeres se van a aburrir (y probablemente sea el caso, ya que la inmensa mayoría de las personas que bailan tango en Francia necesitan pasos y figuras complicadas, y cuanto más retorcido y acrobático, mejor), entonces siempre llega el momento en que se ponen a abrir el abrazo y a acumular los ganchos, barridas, boleos, pensando que así la mujer la va a pasar mejor... Y yo ahí, tratando constantemente de volver a cerrar el abrazo...

Pero bueno, digamos que en ese lugar tengo más posibilidades de bailar como me gusta que en otros.

Y cuando voy tengo la suerte de bailar alguna tandita con Luis, o sea que me voy bastante satisfecha. Más sabiendo que el lugar abre tres veces por semana... Así que si buscan un lugar distinto en París, me parece que ése es uno de ellos, junto con Milonga Sentimental, un lugar lindo que tiene el mal gusto de cerrar en el verano.


Académie Esprit Tango
3 rue des Vignoles - 75020 Paris
Tel: 06 75 05 99 95
Práctica martes, jueves y sábado de 18h a 24h
Cómo llegar: Metro Avron (línea 2) o Nation (líneas 1, 2, 6 y 9 y línea A del RER)
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viernes, 24 de julio de 2009

Crónicas parisinas #4

Un domingo por la noche, quería ir a bailar pero no sabía donde. Le pedí consejo a un amigo. Me dijo: "The night, hoy, es en L'Ermitage".

Yo pensaba que era más bien en Bahía Blanca, que abre un domingo de cada dos y no cierra en el verano, pero ese amigo me aseguró que no, que en Bahía Blanca no habría nadie y que The night estaba en L'Ermitage.

Aparte, me dio un argumento de peso: tenía que cruzar todo París para ir a Bahía Blanca, y L'Ermitage quedaba a unas veinte cuadras (si se puede hablar de cuadras en París) de donde estoy alojada.

Allá fui entonces. A L'Ermitage. En bici. En una de las zonas más altas de París...

Bueno, mucho no puedo contar del lugar. Es bien bonito cómo está puesto. Una linda barra, una linda pista. La música... bueno, olvidémonos del tema, tandas inexistentes, por ende estilos mezclados. Bien puede haber una milonga, seguida por un tango, seguido por un vals.

La cuestión es que esa noche, en lo más álgido de la pista, conté cinco parejas, la que yo formaba con mi amigo incluida...

Así que calificaré mi experiencia de neutra. Valdría la pena volver algún día en que sea realmente The night. Eso sí: desde entonces confío mucho menos en los criterios de mi amigo...


L'Ermitage
Studio de l'Ermitage - 8 rue de l'Ermitage - 75020 Paris
Tel: 01 44 62 02 86
Cómo llegar: Metro Jourdain (línea 11) y Ménilmontant (línea 2)

jueves, 18 de junio de 2009

Globitos

El otro día, fui a acompañar a alguien a conocer la milonga de los Quais de Seine.

Como dije en mi entrada sobre este lugar, el nivel es muy bajo. Pero estaba dispuesta a aceptar bailar con quien me invitara.

Resultado de la noche:
  • un chico me sacó sin haber tomado una sola clase de tango ni haber bailado una sola vez en una pista ni haber mirado una sola vez a un milonguero. Se trataba de un traseúnte que vio la muchedumbre bailar y pensó: "Má sí, ¿por qué no? Me tiro". Aguanté dos minutos y le dije que no podíamos seguir bailando, le expliqué gentilmente por qué y lo alenté a tomar clases. Casi se me pone a llorar...
    Neófitos: uno no se puede lanzar a la pista sin tener una mínima idea de lo que es el tango. El tango es improvisación, pero dentro de una técnica muy definida y muy pautada que no se puede improvisar. Y para la mujer es muy peligroso ser llevada, o más bien arrastrada, por alguien que no tiene idea de nada. Las patadas y pisadas las recibimos nosotras por lo general.
  • un chico me sacó durante una milonga. Nunca se enteró de que era milonga. Pero bueno, le di su oportunidad. A los pocos segundos, me di cuenta de que masticaba un chicle de manera muy poco elegante. Como estábamos en abrazo abierto, me lo banqué. Eso sí, cuando empezó a hacer globitos que empezaron a explotarme en la cara, ya no me lo banqué.
    Neófitos y profesionales, hombres y mujeres: no se mastica chicle bailando, ¡¡por favor!!
Esa noche pensé: qué larga que se hace mi estancia parisina...
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jueves, 28 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #3

Después de mi no muy grata experiencia en El Colectivo, estuve bastante tiempo sin ir a bailar. Me empeciné en pensar que en París no había milongas y que no encontraría nunca con quien bailar, a pesar de que el jueves sí había encontrado una pareja agradable, un peruano un poco alto para mi propia estatura, pero que baila un tango milonguero más que decente.

Finalmente, el domingo siguiente fui a Milonga Florida. El DJ, Matías de Valentín Alsina, es un amigo, con lo cual temía que mi crítica no fuera muy objetiva. Decidí que, si no me gustaba el lugar, entonces no escribiría nada en mi blog, y listo.

Por suerte, me gustó.

A ver. La gente es la misma que en El Colectivo. De hecho, la comunidad "milonguera" (con muchas comillas, porque de milongueros no tienen gran cosa) de París es bastante reducida, y se ven las mismas caras en todos lados. Y, por supuesto, se ven también las mismas prácticas y costumbres.

Retomando mis observaciones anteriores, una cosa que me asombra es que, durante las cortinas que separan las tandas, al menos el 30% de la gente se queda en la pista, con la misma pareja, a la espera de la tanda siguiente. Sin saber qué tanda viene. Sin saber si le gustará esa tanda. Sin saber si le gustará bailar esa tanda con esa persona.

A mí, personalmente, me supera.

Y en Milonga Florida, pasa lo mismo que en El Colectivo. Y calculo que en todos los lugares que visitaré en París.

Consecuencia colateral mas no menos importante: hay poca rotación de las parejas. Es decir, pocas opciones para elegir compañero o compañera en cada tanda. Difícil sacar a la persona con la que nos gustaría bailar, si está bailando dos o tres tandas seguidas cada vez.

Pero bueno. El tema es que Milonga Florida me gustó. El lugar es lindo, agradable. Hay algunas mesas cerca de la pista, pero sobre todo una barra como la gente. Y un primer piso en balcón con más mesas para sentarse, aunque casi nadie va allí, excepto para dejar tapados, bolsos y zapatos. La música es buena, la pista cómoda. Volví a encontrar a las mismas caras, es decir, volví a bailar con el peruano, y encontré a un francés con un baile interesante (aunque me va a costar un poquito encontrar a alguien que baile el estilo de Villa Urquiza...).

Lamentablemente, esta milonga se organiza un solo domingo de cada dos. Y como casi todos los lugares para bailar en París, cierra los meses de verano... Así que ya saben, si quieren hacer un tour tanguero de París, tienen que evitar los meses de julio y agosto, excepto para ir a los Quais de Seine...


Milonga Florida
Opus Café - 167, quai de Valmy - 75010 Paris
Tel: 01 47 00 57 39
Domingo 7 y 21 de junio, y domingo 5 de julio de 2009
Cómo llegar: Metro Louis Blanc (líneas 7 y 7bis) o Jaurès (líneas 2, 5 y 7bis)

sábado, 23 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #2

El jueves empezó en París un acontecimiento anual realmente hermoso: la milonga en el borde del Sena.

Desde finales de mayo hasta finales de septiembre, todas las noches cuando no llueve (o sea, seamos honestos, no debe de hacerse la mitad del tiempo, el clima parisino es bastante horrendo...), se organiza una milonga, o más bien una práctica, en una especia de costanera peatonal y arbolada en el borde del Sena.

Debajo de las estrellas, a la luz de los faroles, con los bateaux-mouches que iluminan el lugar cada vez que pasan sobre el Sena y en un ambiente muuuuy romántico (parejas enamoradas que bailan tango, deben bailar allí alguna vez), suenan los acordes del 2x4.

De verdad, el lugar es hermoso y vale la pena ir a conocerlo si tienen el gusto de visitar París.

Sólo que... lamentablemente, el nivel es muy, pero muy bajo. Y termina muy, pero muy temprano. A mí me habían dicho que los sábados terminaba a la 1 de la madrugada, así que llegué a las 23h30. El tiempo de observar la pista, ya se hicieron las 12 y... sonó la Cumparsita a modo de despedida... No sabía que este año cambiaron los horarios...

Entre que no vi a nadie interesante para bailar y que tampoco me dio el tiempo de observar mejor, me fui sin siquiera haber pisado la pista.

Una cosa asombrosa es cómo no se cae alguna pareja al Sena, puesto que no hay ninguna protección entre la pista y el agua.

En fin, de verdad el lugar es hermoso y los parisinos están muy afortunados de poder contar con este lugar todas las noches de verano. Algún día viviré la experiencia de bailar allí con el hombre al que amo.

Por lo demás, es bastante emocionante escuchar los sonidos del bandoneón en el borde del Sena cuando uno se va acercando, llegar al lugar y ver esto:

Photo ® Dominique

Tango sur les Quais de Seine
Square Tino Rossi - Quai Saint Bernard - 75005 Paris
Todos los días de 20h30 a 00h hasta el 20 de septiembre de 2009
Cómo llegar: Métro Jussieu (línea 7 y 10) o Gare d'Austerlitz (línea 5 y 10)
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lunes, 18 de mayo de 2009

Crónicas parisinas #1

Estoy en estos días en Paris. Aquí nació el tango como danza de salón, a principios del siglo XX. Por aquí también nació el tango nuevo. Siempre tuve la idea de que París tenía una oferta de tango no tan importante como en Buenos Aires, porque esto es imposible, pero digamos que interesante.

Bueno.

Es cierto que si uno quiere ir a bailar todas las noches, lo puede hacer. Hay lugares para bailar en todos los distritos, y hay varias opciones todas las noches.

Pero ahora que entendí la diferencia entre bailar tango e ir a la milonga, puedo decir que en París hay pocas milongas. En París, la gente va a practicar tango en un salón en el que pasan tandas de tango separados por cortinas.

Pero raras veces son milongas, y si lo son, la gente no actúa como si estuviera en una milonga. Van a practicar un poco como se va a yoga o al gimnasio, excepto que encima se puede tomar alcohol...

La semana pasada fui a bailar por primera vez. Jueves por la noche, me tocó El Colectivo. En realidad, quería ir al Bistrot Latin (ex Latina) lugar que, me dijeron, es el más próximo a una milonga que hay en París. El sitio Internet promociona su apertura de lunes a sábados de 21 a 01h30. Excepto que fui a las 23 y... estaba cerrado. Emprendí entonces el camino hacia El Colectivo, un lugar que ya conocía pero al que no tenía muchas ganas de regresar porque mi recuerdo es que allí la mayoría de la gente baila tango nuevo.

Y efectivamente, es el caso. Lamentablemente para mí, es el caso en casi todo París.

Pero lo que descubrí es que El Colectivo es una práctica, no una milonga, a pesar de que se promociona como tal.

Primero, porque no hay mesas alrededor de la pista, apenas sillones, y excepto algún jugo de frutas, no se puede tomar gran cosa, y mucho menos comer. O sea, no es un lugar de reunión social, sino una pista (muy buena, por cierto, aunque el calor es agobiante, incluso en pleno invierno) con algunos lugares para sentarse entre tanda y tanda.

Además, la gente va a bailar con quien sea, como sea, la tanda que sea. Más de una vez me sacó alguien que, ante mi negativa, se dio vuelta hacia la mujer siguiente y la invitó ipso facto a ella también. O sea: ese hombre no me había elegido. Yo era la primera mujer en su camino y su objetivo era bailar la tanda que fuere con quien fuere.

Yo andaba mirando atentamente la pista, seleccionando con qué persona podría, llegado el caso, bailar tal o tal tanda. Y ellos me sacaban sin la menor consideración por la tanda o el estilo de baile.

Mi primera experiencia fue, de hecho, bastante significativa.

Acababa de llegar y estaba en fase de observación. La tanda que estaba sonando no me gustaba en ese momento, no para un primer tango en París (creo que era vals, un estilo que no me gusta bailar con cualquiera). Entonces había decidido que no la bailaría.

En eso llega un chico argentino, visiblemente muy seguro de él, al parecer convencido de que su nacionalidad le daba la autoridad suficiente como para ser considerado un bailarín emérito.

Yo no había abierto la boca, o sea que él no podía saber si era argentina o francesa, y me sacó en castellano, como para remarcar su nacionalidad (ahora no lo recuerdo, pero puede que le haya salido un "che" como para subrayarlo mejor).

Lo más amablemente posible (aunque mis amigos probablemente me digan que es algo de lo que soy incapaz), le expliqué que no quería bailar esa tanda, y que por favor me sacara en la tanda siguiente.

Me miró como si hablara en otro idioma. Visiblemente, ese chico, por más argentino que fuera, no podía entender cómo le decía que no con una excusa tan delirante. Supongo que para él, no hay nada más parecido a un tango que... otro tango. Y que eso de los diferentes estilos de baile según los estilos de música es chino básico.

Llegó la cortina y empezó otra tanda. Por cordialidad, me dirigí hacia él y le dije: "Ahora sí. ¿Querés bailar conmigo?"

Se encogió de hombros y contestó: "Ah bueno, no sé", como queriendo hacerme pagar el desaire de la tanda anterior. Insistí: "No era una falsa excusa, no quería bailar la tanda anterior". Casi a regañadientes, aceptó.

¿Cómo bailaba? Bueno, de nuevo, con la seguridad de que su nacionalidad lo justificaba todo. Tuve la sensación de ser como una roca en medio de una tormenta en el mar: me agarraba y estrujaba como si su vida dependiera de eso. Sufrí bastante. Estaba pensando en aguantar estoicamente hasta el final de la tanda, cuando al cabo de tres tangos, me dijo: "Gracias" y me dejó plantada en medio de la pista y de la tanda. Después me di cuenta de que hacía eso con todo el mundo, creo que por el calor insoportable. Pero habla del respeto que ese tipo tiene hacia los códigos de la milonga...

En fin, voy a seguir con mis peripecias milongueriles parisinas, y les contaré aquí lo que iré descubriendo...

Foto ® El Colectivo


46, rue des Rigoles - 75020 Paris
Tel: 06 63 23 35 70
Jueves de 21h30 a 1h y sábados de 21h30 a 3h
Cómo llegar: Métro Jourdain (línea 11)
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viernes, 8 de mayo de 2009

Práctica vs. Milonga

Algunas veces mis amigos no-tangueros me preguntaron la diferencia entre una práctica y una milonga.

En efecto, existen al menos dos tipos de manera de ir a bailar tango, y las voy a resumir aquí. Ojo, voy a ser bastante esquemática. Milongueras y milongueros, sepan disculpar, pero me dirijo sobre todo a las personas que no forman parte del mundo tangueril. Si quieren añadir algo, claro que lo pueden hacer dejando un comentario (y por favor háganlo, nada mejor que compartir experiencias, vivencias y puntos de vista).

Entonces, vistas de afuera y de lejos, la práctica y la milonga son lo mismo: muchas personas que se juntan para bailar tango en un salón especialmente dedicado a eso.

Pero si nos acercamos un poco, podemos ver las diferencias.

La práctica:

Se trata de un lugar en el que se pasa música de tango, por lo general de manera continuada, sin tandas y sin cortinas (aunque en algunos lugares sí se hace), adonde la gente va a bailar, como el nombre lo indica, a modo de práctica, es decir, de entrenamiento.

Hay prácticas guiadas, supervisadas por uno o varios profesores que tiran ideas de pasos, corrigen, sugieren. Esto siempre se hizo, y de hecho recomiendo enfáticamente la Práctica a la Antigua de Gabriel Missé y Diego Mohammad, los martes por la noche.

Y también hay prácticas a secas, en las que la gente simplemente va a bailar un rato, con su pareja o no. Raras veces hay mesas, a lo sumo sillas alrededor de la pista, tal vez un bar para tomar algo y nada más.

La milonga:

Es, ante todo, un acontecimiento social. Un lugar al que uno va a encontrarse con gente, comer o tomar algo, y entre charla y charla, bailar alguna tanda. Es un lugar de reunión, de sociabilización. La meta no es bailar lo más posible, como en la práctica, donde el único objetivo es ése, bailar, sino pasar un buen rato.

La realidad es que hoy en día, entre los principiantes más que nada y la nueva generación del tango, mucha gente va a las milongas como a las prácticas. Me incluyo, en mis primeros años tangueriles, en los que nadie me había enseñado esas sutiles diferencias, nadie me había explicado la esencia de la milonga. Lo descubrí poco a poco, cuando el tango dejó de ser, también para mí, una mera actividad deportiva o artística para pasar a ser un evento social.

Un documental que lo explica muy bien es Milonga, el abrazo del tango, de Mafalda Trotta.

Hoy día, ya no voy a la milonga a bailar. Voy a la milonga a reunirme con mis amigos, a pasar un buen rato, y ese buen rato incluye bailar tandas con gente seleccionada, en momentos privilegiados, las que más me gustan o me inspiran en ese momento. Ya no bailo frenéticamente, como si de mi vida dependiera que me baile todas las tandas, como sí me sucedió al principio, y durante casi tres años.

De esa manera distinta de abordar el tango viene la diferencia entre un bailarín y un milonguero, creo yo. El bailarín enfoca el tango como una actividad física, artística, creativa. El milonguero lo vive. Aunque claro, se pueden ser las dos cosas, y los ejemplos sobran. Menos mal.
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miércoles, 11 de marzo de 2009

Luna Palacios, milonguera de ley

Hace pocos días, un amigo me explicó por qué le fascinaba, por sobre todas las milongueras, Luna Palacios: "Algunas bailarinas se destacaron con una pareja en particular, y cuando se separaron de esa pareja, dejaron de tener brillo propio", me dijo. "En cambio Luna, baile con quien baile, es siempre Luna".

La pucha, pensé, qué buena explicación de por qué Luna Palacios a mí también me parece tan sorprendente.

Ya les mostré en un video publicado en otra entrada de qué es capaz esta increíble milonguera, cuando les hablé de Aoniken Quiroga. Pero es cierto, Luna puede bailar con quien se le cante y adaptarse a cualquier pareja, y sin embargo siempre conservará su personalidad, su propia manera de bailar, su chispa, su energía, su sensualidad y su picardía.

Bailarines y milongueros de estilos tan diferentes como Aoniken Quiroga, Oliver Kolker, el Pibe Avellaneda, el Flaco Dany, Paulo Bidart, Carlos Copello, y más recientemente Octavio Fernández, han bailado con ella en distintas oportunidades, y siempre, siempre, Luna ha sido Luna.

Luna Palacios nació en Buenos Aires en 1978. Hasta el año 2001, fue bailarina de salsa y swing. Cuenta que un día en el 2003, su hermana Verónica la llevó a una milonga, donde se enamoró a primera vista del tango.

Tuvo la suerte de encontrar como mentor artístico al gran Carlos Gavito. También aprendió con su hermana, Verónica Palacios, con Oliver Kolker, Guillermo Cerneaz, el Flaco Dany, el Pibe Avellaneda, Horacio Godoy y Gabriel Missé, entre otros.

Para mí, Luna personifica la bailarina de tango salón "a la antigua", pero actualizada, modernizada, renovada, remozada, remasterizada.

En el video siguiente, vemos cómo, en condiciones adversas, no solamente no se inmuta y sigue bailando como si nada, sino que parece que las dificultades la incitan a superarse, y es con travesura que juega con los fallos técnicos de la música (que "saltó" dos veces hasta que Horacio Godoy, el DJ de La Viruta, decidió poner otra vez la misma milonga casi desde el principio en una grabación que no tuviera desperfecto, con lo cual un tema que tenía que durar tres minutos y pico terminó durando casi cinco).


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viernes, 13 de febrero de 2009

¿El tango es machista?

Sí.

Así, sin vacilar. Sí, el tango es machista. Es un ambiente de hombres, básicamente. Antes, se anunciaba las exhibiciones poniendo "Hoy baila Fulanito y compañera". Y cuando digo "antes", me quedo corta. Recuerdo una exhibición de los campeones mundiales de tango salón 2006, en la milonga Sunderland, anunciada como: "Hoy baila el campeón mundial Fabián Peralta, y su compañera". La pobre Natacha Poberaj, una bailarina de aquellas, quedó completamente anulada.

Pero. Porque siempre hay un pero.

A ver, empecemos desde el principio. Mis amigos no tangueriles me preguntan cómo yo, una mujer abiertamente feminista, independiente, con carácter, que odia que la manejen o que la traten de manipular, que gana su vida y vive sola desde que tiene 17 años... puede aceptar "seguir", ser guiada, obedecer a un hombre durante el baile de tango.

Porque al fin y al cabo, de eso se trata: el hombre guía, dirige, marca. La mujer sigue, obedece, hace lo que se le pide.

Muchas veces me dicen: "Bueno, pero en realidad es un diálogo, el hombre lo único que hace es proponer, la mujer también puede sugerir cosas", bla bla bla. Bull shit. El hombre manda. La mujer obedece. Punto.

Sí, hay momentos en que la mujer se puede plantar y marcar un ritmo, imponer una pausa, hasta tal vez sugerir un movimiento. Pero la palabra final la sigue teniendo el hombre, y los momentos en que la mujer puede tener la iniciativa son escasos. El maestro Carlos Pérez, sabiendo que esto me va a enfurecer, suele decir al hombre con el que estoy bailando: "Si dejás que la mujer maneje, sos un gil, y no es tango". Y sé que no lo dice solamente en broma.

Pero...

Primero hay que entender una cosa: en el tango, es absolutamente imprescindible que una persona lidere y la otra siga. No se puede decidir "de a dos". El tango es improvisación pura. Si los dos deciden al mismo tiempo... lindo quilombo se va a armar. Es como si un auto tuviera dos volantes independientes el uno del otro. Si una persona quiere ir a la izquierda y la otra a la derecha, lo más probable es que el auto se parta en dos.

Pues en el tango es lo mismo. Alguien tiene que ocupar el papel del que guía, y la otra persona el papel del que es guiado. Punto.

Tradicionalmente, esos papeles están desempeñados, respectivamente, por el hombre y la mujer. Por una cuestión machista, estamos de acuerdo.

Dicho sea eso, nadie me obliga a ser "seguidora". Podría perfectamente aprender el papel de la persona que maneja en lugar de quedarme en el papel de la persona que sigue. De hecho, en Estados Unidos, no se suele usar los términos "hombre" y "mujer" para hablar de los roles dentre de la pareja, dado que sería una apelación sexista. Se habla de "leader" (líder) y "follower" (seguidor). O sea, si una mujer quiere aprender el papel del líder, pues allá ella, puede hacerlo sin problemas. Tendrá que encontrar a una pareja (hombre o mujer) que acepte ser guiada por ella (y que sea físicamente compatible, porque no es nada fácil guiar a alguien mucho más alto que uno), y listo.

Y de hecho, esta inversión de los roles tradicionales es muy frecuente en lo que se llama el Tango Queer, del que hablaré en otra entrada.

Sabiendo eso, el hecho de que yo haya elegido ser seguidora en lugar de líder... es problema mío. No le puedo echar la culpa al machismo.

De hecho, ahora estoy aprendiendo a liderar (a "hacer de hombre", se dice en el mundo del tango), y es complicadísimo. No solamente hay que saber qué pasos hacer y cómo, sino que hay que marcar a la otra persona (que "hace de mujer") lo que tiene que hacer, así como ser musical, tener buen manejo de la pista para no chocar con nadie, en fin, está brava la cosa...

Así que creo que, más por fiaca que por machismo, me voy a quedar en mi cómodo papel de mujer... digo... de seguidora.

Dicho todo eso, tengo que hacer un apartado sobre el tango nuevo. Bailado por personas jóvenes, el tango nuevo es necesariamente menos machista que el tango tradicional o tango salón (o tango a secas, dirán los que creen que el tango nuevo no es tango). Si bien sigue habiendo una persona que lidera y la otra que sigue, en este caso existen más momentos de verdadero diálogo dentro de la pareja, es una danza mucho más conciliadora, menos cuadrada, menos esquemática. Y por lo general se conocen a los dos miembros de la pareja por igual. Eugenia Parrilla, Moira Castellano, Mariela Sametband, Mariana Montes, tienen tanto renombre como Chicho Frúmboli, Gastón Torelli, Pablo Inza o Sebastián Arce.
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