viernes, 10 de mayo de 2013

Crónicas parisinas #8 y algo más

Después de milonguear bastante en París, de despotricar contra sus milongas-que-no-son-milongas-sino-prácticas, contra sus bailarines que no respetan los códigos de la pista, bailan sin alma y van a la milonga como se va a yoga o a una clase de tae-bo, me siento obligada a ser un poco más tolerante.

No solamente porque hablé el otro día con un excelente milonguero parisino, al que he descubierto asiduo lector de este blog, y que me expresó su decepción ante mis entradas muy críticas, sino también porque hay que reconocer varias cosas:

  • No, las milongas parisinas no son milongas. Sí, son prácticas. Pero algunos lugares realmente le ponen garras para transformar los lugares en algo parecido a lo que se puede encontrar en Buenos Aires. No hablo tanto del ambiente (eso depende más de la gente que concurre), sino de la ambientación.
    Por ejemplo, El Colectivo. Antes, se trataba de una pista de baile con algunos escasos asientos a su alrededor, y una barra en otra pieza. Mis primeras experiencias fueron bastante negativas. Hoy en día, la barra sigue estando en la otra pieza, por supuesto, pero su organizadora, Florencia García, ha colocado mesitas con manteles rojos en tres de los bordes de la pista y ha tratado que el lugar fuera más acogedor.
El Colectivo
  • Sí, la mayoría de los bailarines parisinos carecen del calor que tienen los porteños. Pensaba que era un estereotipo. No lo es. La cultura latina tiene otro manejo de los cuerpos, de los contactos físicos entre las personas. Por supuesto, no se trata de algo genético. Ese mismo calor se puede conseguir viviendo mucho tiempo en Argentina o América Latina u otra región en que la gente no sea tan reacia al toqueteo. De hecho, algunos bailarines parisinos que han hecho estancias más o menos largas en Buenos Aires tienen una sensualidad distinta.
  • Si me he quejado, al acudir a mis primeras milongas parisinas allá por el 2009, de que el estilo que más se practicaba era el tango nuevo, o una especie de mezcla de géneros que no eran ni una cosa ni la otra, tengo que reconocer que últimamente, el abrazo se ha cerrado, los que jugaban al helicóptero fantástico en medio de la pista bajaron a tierra, y el furor del tango nuevo se ha calmado bastante, salvo algunas excepciones. Un fenómeno que también había notado en Buenos Aires desde hace unos años ya.
    No que de repente se hayan vuelto saloneros, pero al menos tienen un poco más consciencia de los demás en la pista y han empezado a entender que en el tango, el abrazo lo es todo.
  • Pero sobre todo, no se puede pretender encontrar en el extranjero lo mismo que en Buenos Aires. Menos mal. Si hubiera milongas "de verdad" en todo el mundo, Buenos Aires ya no sería un lugar excepcional. El tango es fruto de una cultura, un lugar, una indiosincrasia que no se pueden exportar tan fácilmente.
    Si pretendo encontrar en París, Roma o Nueva York lo mismo que en Buenos Aires, soy yo la equivocada, no lo parisinos, los romanos o los neoyorquinos. 
    Al contrario, debería sentirme feliz de encontrar aunque sea una pálida copia de las milongas en todos los rincones del mundo. De escuchar tango, aunque los DJs no tengan mucha idea del trabajo de musicalizador de milonga, en lugares remotos del planeta. De constatar que la gente de alrededor del globo sueña con bailar "como en Buenos Aires", aunque no tengan la suerte de tener profesores a la altura de sus expectativas, y aunque el tango, muy generoso él, sea enseñado de cualquier manera y por cualquier persona con dos años de clases.

En conclusión, debería quejarme menos y aprender más a apreciar lo que hay en París y en otros lugares. No serán milongas-de-verdad, no serán milongueros de ley, no será la misma calidad ni el mismo calor. Pero  es lo que hay. Y al fin y al cabo, no está mal.

1 comentario:

Bailongo dijo...

Vaya...pues yo que leí tus comentarios sobre Paris...estaba totalmente de acuerdo contigo. No te equivocaste.