martes, 8 de enero de 2013

I don't speak French

Tengo este blog casi completamente abandonado. Es que hace ya varios meses que estoy medio viviendo en París, y la verdad, las "milongas" (pongo comillas, porque son más prácticas que milongas) parisinas no son muy inspiradoras, y no salgo mucho.

Aunque la otra noche, pasó algo que merece ser contado aquí.

Fui a bailar a Le Balbutiant, una "milonga" que se organiza en el mismo lugar que Le Chantier, pero los jueves.

Una de las razones por las que me cuesta salir en París, es porque, si bien la cosa mejoró bastante en los últimos meses, los franceses siguen bastante obsesionados con eso del tango nuevo.

Y todo bien con el tango nuevo, respeto a los que lo bailan, y tengo mucha admiración por bailarines como Chicho Frúmboli o Pablo Inza, pero a mí personalmente, no me gusta bailarlo, no me gusta el abrazo abierto, no me gusta su dinámica, me siento más cómoda con un buena abrazo estilo Villa Urquiza enseñada por mi maestro Carlos Pérez en Sunderland (sobre el que escribiré en otra entrada).

Entonces, cuando salgo, suelo seleccionar bastante, mirar mucho antes de aceptar bailar con alguien, y, claro, rechazar mucho también.

Hete aquí que aquella noche en Le Balbultiant, había notado a un chico cuyo baile me parecía bastante bueno: al piso, elegante, tranquilo, al parecer un lindo abrazo.

Esperé a que estuviera solo y sentado y me acerqué para sacarlo a bailar, en francés, por supuesto. Su respuesta:

- Oh, I don't speak French.

Como no sabía si era una excusa para no bailar o si realmente no entendía, le hice la misma pregunta en inglés.

Puso cara de: "Uh, me cagó" y se levantó. Evidentemente, no tenía ganas de bailar, lo cual era perfectamente entendible; suficientes veces me he quejado de los varones que no entienden que "no" es "no". Entonces le dije que si no tenía ganas de bailar, no tenía por qué hacerlo, que estaba todo bien. Me contestó (siempre en inglés):

- En general, siempre digo que no a una mujer que me invita, pero bueno, vamos, me gusta la tanda.

Ahí tuve ganas de ahorcarlo, lisa y llanamente. O sea, pibe, si no soportás que una mujer te saque, ¡decí que no, y dejate de hinchar! Debería haberlo plantado ahí mismo, pero el problema es que encontrar en París a alguien que baile bien el estilo que me gusta es realmente una odisea, y él parecía bailar bien. Entonces puse mi orgullo en mi bolsillo, y fuimos a la pista.

Se puso a bailar con la evidente intención de romperme en dos y de demostrarme que no servía para bailar con Su Majestad. Si bien se acostumbra bailar despacio para un primer tango entre dos desconocidos, para acomodarse al cuerpo y a la energía de la otra persona, él empezó a hacer pasos gigantescos, ir a mil por hora, muchas veces a destiempo. Cuanto más histérico se ponía, más flegmática me ponía yo.

Entre tango y tango, ni una palabra. Al final del tercer tango, abrió la boca, con una sonrisa un poco incómoda:

- Bueno, al final bailás bien.
- ...
- No me lo esperaba.
-...

Lo que hay que soportar para bailar una tanda más o menos decente en París...

3 comentarios:

Milonguera dijo...

¿Era francés Su Majestad? yo apuesto a que no, a que era argentino y hablaba francés. ¿He acertado?

Terpsichoral dijo...

Ojalá pudiera decir que nunca tuve una experiencia como la que describís acá. Desafortunadamente, me pasó ya dos veces -- la última vez fue en Londres. Qué maleducado!

Una Milonguera dijo...

Milonguera: nop, ¡no era ni francés ni argentino! No sé de qué nacionalidad, pero ni europeo ni latinoamericano.

En realidad, no le tiro demasiado la piedra: ¿cuántas veces me ha pasado de decirle que no a alguien porque no lo vi bailar, y cuando lo veo en la pista, me doy cuenta de que es un tremendo bailarín?
Su problema es no haberme dicho que no claramente.