martes, 17 de agosto de 2010

Cuerpos anónimos

Muchas veces, el tiempo que existe entre un tango y otro sirve para la conversación, conocer a la pareja o el chamuyo directo.

¿Cómo te llamás? ¿De dónde sos? ¿Venís a menudo por acá? Nunca te había visto antes. Qué lindo que bailás. ¿Dónde aprendiste? Yo soy profesor, ahora te doy mi tarjeta. ¿Hace sólo un año que bailás? Nena, tenés un gran futuro en el tango, si tomás clases conmigo. ¿No querés hacer una gira conmigo? ¿Qué te parece si luego vamos a desayunar juntos?

Etc. etc. etc.

La otra noche, sin embargo, me tocó bailar con alguien con quién no intercambié ni una palabra. Me sacó cabeceando. Ni bien me coloqué en la pista, me abrazó y empezamos a bailar, sin decir nada. Entre tango y tango, apenas nos mirábamos. Bailar con él no era ni fu ni fa. Ne le pregunté su nombre, no me preguntó el mío. Terminaba un tango, rompíamos el abrazo, y apenas tres segundos después, nos volvíamos a abrazar, de manera casi automática.

Durante 10 minutos, mi cuerpo estuvo completamente pegado al de otro, nuestras piernas se entrelazaban como en una metáfora sexual (¿qué otra cosa es el tango sino una metáfora sexual?); sentí su respiración, sus olores corporales, su perfume; su sudor se mezcló con el mío, pero no conozco ni su nombre, ni su nacionalidad, ni siquiera el sonido de su voz, porque el "gracias" final fue más otro cabeceo, como respondiendo al primero, que otra cosa.

Y pensé que el tango tiene esos momentos insólitos, en que nos abandonamos completamente contra al cuerpo de otra persona, anónima y desconocida, y que lo seguirá siendo después de compartir esos 10 minutos de total y absoluta intimidad.

Es probable que nunca lo vuelva a ver.  Es más, ya me olvidé de su rostro. No importa. El tango permitió, por unos instantes, conectarme con otra persona, aun sin palabras. Esto es lo que vale.
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viernes, 6 de agosto de 2010

No se baila con los brazos

Para los que no saben nada de tango, o para los que creen saber y en realidad no saben gran cosa: varones y líderes, no se guía con las manos o los brazos, sino con el torso. Hagan lo que hagan, una bailarina o la persona seguidora seguirá su torso. No lo que puedan hacer con sus manos.

¿Cómo se hace para guiar con el torso? Bueno, para eso están las clases...

Un claro ejemplo de lo que digo se ve en el video siguiente. Es bailado por Maximiliano Cristiani y Belén Bartolomé. Ese día, Maximiliano tenía una triple fractura de codo, no me acuerdo en qué huesos exactamente, pero el tema es que tenía el brazo inmovilizado. Pues no se inmutó y se presentó igual en la Milonga del Morán, con una dexteridad que, podrán apreciar, no fue para nada afectada por su discapacidad momentánea.

Un ejemplo de constancia, fuerza de voluntad y habilidad. Después de eso, ¡nadie podrá decir que no se puede bailar sin los brazos!

domingo, 1 de agosto de 2010

Crónicas Parisinas #7

Finalmente, tras varios intentos infructuosos por problemas de horario, hace dos semanas fui a Le Chantier.

Me habían hablado mucho de esa milonga de las afueras de París (Montreuil) que abre los sábados, la única que cierra a las 7 de la mañana (la mayoría cierra a las 2, máximo a las 3 de la mañana).

Nunca antes había podido ir porque queda un poquito lejos, y el metro (subte) deja de funcionar a las 2 de la mañana. Regresar más tarde era entonces una complicación, había que tomar un taxi, y tomar un taxi en París es un lujo que no me puedo dar.

Además, me habían contado que Le Chantier se pone bueno precisamente después de las 2 de la mañana, cuando la gente sale de El Colectivo. Por lo tanto, irme antes de esa hora no era una muy buena idea.

El tema es que este año instalaron estaciones de Velib, este sistema de alquiler de bicicletas, a unos 400 metros de la práctica. Con lo cual, ya no está el temor de perderse el último subte, y uno se puede quedar hasta la hora que mejor le parezca, sin estar obligado tampoco a quedarse hasta el primer subte a las 6 de la mañana. Claro que tiene que haber bicis disponible a la hora en que nos queremos ir...

Así que el sábado pasado, me subí a una bici de alquiler y llegué al lugar a la una de la mañana. Efectivamente, no había mucha gente. En un primer momento, como siempre, me puse a mirar la pista. Rápidamente, me sacaron varios hombres. Decidí aceptar las dos primeras invitaciones. Me aburrí soberanamente.

No estaba Sylvain, el chico que había conocido en Milonga Florida. A las 2 y media de la mañana, empezó a caer más gente. Me puse entonces a mirar la pista con más detenimiento, rechazando esta vez las invitaciones para poder concentrarme en mi observación (sí, sí, siempre con una gran sonrisa, ahora agregué "es muy amable" o mi "no, muchas gracias"). Y ahí, en el medio de la muchedumbre, encontré a un chico que parecía tener un lindo abrazo, buena musicalidad, pisada elegante.

Esperé a que terminara de bailar. Cuando se sentó me ubiqué estratégicamente al lado suyo y esperé unos tangos a que descansara, porque estaba visiblemente exhausto. Recé por que nadie lo sacara (en París las mujeres sacan muchísimo más que en Argentina), y rechacé todas las otras invitaciones. Claro que los hombres rechazados me miraban con cara de culo, pero ¿qué le vamos a hacer? Querer bailar con alguien en particular es una de las múltiples y válidas razones por las cuales las mujeres podemos decir que no. Y las mujeres tenemos tanto derecho como los hombres a seleccionar, descartar, elegir. Si no se bancan un "no", que estos hombres se limiten a cabecear (lo lamento, pero me pone furiosa que algunos hombres no acepten un "no" de una mujer, dice mucho de esas personas).

Finalmente, cuando empieza una nueva tanda, invito a bailar a ese chico. Vacila, me dice: "A ver, no sé si esa tanda me gusta". Lo cual me impresionó mucho, porque los franceses en general no tienen ese tipo de contemplaciones: bailan cualquier tanda sin preferencias ni discriminación.

Finalmente, François aceptó mi invitación y empezamos a bailar. Después de mi excelente experiencia con Sylvain, tuve mi segunda revelación parisina. Un baile tranquilo, con conexión, musical. Nada estrambótico, simplemente el placer del baile. Bailamos tres tandas, incluida una de milonga, las tres con la misma satisfacción

Quería quedarme hasta las 4h30 de la mañana, hora en la que los organizadores de esta milonga, que existe desde hace más de diez años, ofrecen gratuitamente un desayuno (se coloca comida y café en una gran mesa y todos están invitados a servirse libremente), pero por cuestiones laborales, nuevamente, me fue imposible quedarme tan tarde. Una pena. Me habría gustado conocer el ambiente hasta el final, a las 7 de la mañana. Otro sábado, tal vez.

La verdad, me gustó el ambiente de Le Chantier. Se nota que sus organizadores lo hacen por gusto, seleccionan a sus DJs, pasan buena música, y se llena todos los sábados a pesar de quedar en las afueras de París. Una de las musicalizadoras tiene la excelente idea de colocar cartelitos anunciando la tanda siguiente con el nombre de la orquesta. Otro cartel reza: "La DJ también baila"...

Eso sí: a Le Chantier van todas las estrellitas del tango parisino, parece que es EL lugar en el que mostrarse, hacer publicidad, entregar tarjetas, y ver quién baila más alocadamente. Fue un milagro encontrar parejas que privilegiaran el tango tradicional, porque el lugar es el antro del tango nuevo. Allí bailó Chicho varias veces, y parece que todos y todas quieren hacer como él... sin tener un ápice de su talento.

51, rue Edouard Vaillant - Montreuil
Los sábados de 21h30 a 7h
Tel: 06 23 89 10 47
Cómo llegar: Metro Croix de Chavaux (línea 9), Noctambus N16 et N34
Contacto: chantier51@hotmail.fr